Las imágenes de la acción criminal, en Bogotá, contra una señora embarazada, grabaron en la mente de muchos colombianos la materialización de comportamientos homicidas, sin consideración alguna por la integridad y la vida de seres humanos.
Esos delincuentes actuaron con frialdad, movidos por la bajeza de instintos carentes de respeto por los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Incurrieron en todo tipo de conductas execrables, hasta llegar al extremo de dispararle y dejarla tendida en el suelo.
Lo único que les importaba era perpetrar el delito, consumarlo, atropellando, como lo hicieron, una existencia respetable en espera del nacimiento de un vástago.
Qué horror !
Hace poco, también, los televidentes pudieron ver otros hechos similares.
Como, por ejemplo, el de tres motociclistas que asaltaron al habitante de un edificio que entraba al garaje de su vivienda.
Nada les importó.
Trataron de impedir que ingresara, y, como no lo lograron, entraron ellos con el fin de darle rienda suelta a sus designios criminales.
También, hace muy pocos días, la sociedad recibió la noticia de que cierto matón, sin alma, asesinó a un menor para robarle su bicicleta propinándole varias puñaladas.
Como si fuera poco, a lo anterior se suman los gravísimos hechos que tuvieron lugar en Barranquilla, en donde el terrorismo masacró a varios agentes de la policía nacional.
Las cifras de inseguridad, a raíz del incremento de varias modalidades delincuenciales, van en aumento.
Pero, no solamente suben las estadísticas.
En estas circunstancias, la percepción de desamparo se ha elevado a niveles que no se vivían desde hace bastante tiempo en nuestro país.
Esa es la realidad social el día en que el escolta de la UNP, Mario Muñoz, quien cumplía las tareas de protección a la persona a cuyo servicio está asignado, labores propias del oficio, fue advertido por su compañero acerca de que el conductor de un carro cercano al vehículo en el que se movilizaban estaba siendo atracado.
En virtud de esa advertencia, Muñoz desciende del automotor y se percata de que dos hombres tienen medio cuerpo dentro del carro de la víctima.
Se anuncia como miembro de la UNP a fin de disuadir y , cuando es atacado por uno de los asaltantes, de conformidad con lo que pudo escucharse en los medios de comunicación, hace un disparo al piso, con el mismo propósito.
No obstante, el malhechor sigue materializando su intención homicida.
Ese es el momento en que el escolta le dispara en legítima defensa de su vida e integridad personal, mientras se defiende, simultáneamente, del otro bandido, quien exhibe un arma de fuego.
Después de esos hechos, en segundos, como usualmente ocurre, el valiente ciudadano pretende asistir al herido.
Cuando quiso hacerlo fue agredido por tres personas, cuya acción podría indicar que hacían parte del grupo criminal.
Todo el país está a la expectativa de las decisiones que las autoridades tomarán con respecto a la actuación de Mario Muñoz.
Lo que se conoce públicamente indica, a las claras, que se dan todos los elementos de la legítima defensa, que es una de las más nobles instituciones del derecho penal.
Se trata de la legítima defensa de un tercero, la señora Francis Leyton, cuya vida e integridad estaban en peligro por la acción criminal de dos delincuentes.
Se trata de la legítima defensa de la vida e integridad del escolta, quien también fue agredido por los bandidos.
Y se trata de la legítima defensa del derecho de los asociados a vivir y trabajar tranquilos, derecho que, para ser eficaz y efectivo, exige que las autoridades actúen en forma legítima, y que todos los ciudadanos se comporten de manera solidaria.
La verdad es que Mario Muñoz, obrando como obró, nos defendió a todos.
Publicado: febrero 5 de 2018