En mi anterior escrito señalé a vuelo de pájaro los atributos del poder presidencial entre nosotros, haciendo hincapié en el modo como Santos lo ha distorsionado llevándolo hasta los linderos de la tiranía, los cuales creo que ha traspasado.
Hay un tema que la Ciencia Constitucional no ha considerado con el esmero que precisa, y es el de la personalidad del gobernante, en especial la influencia que la misma ejerce sobre las decisiones prácticamente incontroladas e incontrolables que puede adoptar en ejercicio de sus amplísimos poderes y que afectan severamente la suerte de los gobernados.
En Francia se han publicado algunos libros que ilustran al respecto. Cito los siguientes:
-«Ces malades qui nous gouvernent», de Pierre Accoce y Pierre Rentschnik.
-«Ces nouveaux malades qui nous gouvernent», de los mismos autores.
-«Ces Don Juan qui nous gouvernent», de Patrick Girard.
-«Ces fous qui nous gouvernent», de Pascal de Sutter.
A estos conviene añadir, entre muchos otros más, «The Hubris Syndrome: Bush, Blair and the Intoxication of Power», de Lord David Owen, ex-ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido y «The Winner Effet: The Neuroscience of Success and Failure», de Ian T. Robertson.
He leído el primero y el cuarto de la lista. De los otros doy cuenta a partir de la búsqueda en Google.
El libro del Dr. de Sutter ofrece especiales atractivos. Ha sido profesor de la universidad de Louvain-La Neuve, miembro de la Sociedad Internacional de Psicología Política y consultor de la OTAN en esta materia.
En una presentación de su libro se dice que la Psicología Política es una disciplina que surgió hace más de medio siglo en Estados Unidos para estudiar la personalidad de quienes gobiernan las sociedades. Los consultores de la CIA y otras entidades se ocupan en detalle de los líderes, examinan cuidadosamente sus discursos, analizan sus gestos, interrogan a sus colaboradores cercanos y verifican sus informaciones, con miras a identificar sus rasgos definitorios.
A partir de ello, el Dr. de Sutter ha llegado, por ejemplo. a la conclusión de que G. W. Bush es un autista, Berlusconi es un megalómano y Sarkozy es un hiperactivo enfermizo. Pero, siguiendo una confesión de Mitterand, parte de la base de que «El poder es una droga que enloquece a quien la prueba«.
De ahí que, parafraseando un célebre enunciado de Lord Acton, se diga que «El poder enloquece y el poder absoluto enloquece absolutamente».
La enfermedad es contagiosa y puede afectar a los pueblos, de suerte que bien cabe preguntarse acerca de quién está más tocado de la cabeza, si el elegido o el elector.
Ahora que nos aprestamos a elegir congresistas y nuevo presidente de la república, resulta oportuno hacer el escrutinio de la salud física, mental y espiritual de los candidatos.
El médico Juan Carlos Náder publicó hace varios días un inquietante escrito titulado «Santos es un enfermo mental«
Si tiene razón en lo que afirma, Colombia ha estado en los últimos ocho años en poder de un orate. Yo he pensado lo mismo desde hace tiempos, y así lo escribí en este blog, creo que a poco de iniciarse su primer periodo presidencial.
¿Cual es el grado de equilibrio mental de ciertos aspirantes, como Petro o Fajardo, que se ven tocados de megalomanía y narcisismo? ¿Alguno de ellos ha estado sometido a tratamiento psiquiátrico? ¿Podemos estar tranquilos los colombianos acerca de su buen juicio para enfrentar las muy difíciles condiciones que nos rodean? ¿Podrán sortear adecuadamente lo que he llamado la «Rifa del Tigre»?
Sobre la prensa recae una severa responsabilidad en estos momentos. En lugar de dedicarse a inflar el ego de los aspirantes y engañar al electorado con imágenes edulcoradas de los mismos, debería aplicarse a investigar sus antecedentes personales, tal como lo hacen los consultores de la CIA.
Si en estos momentos quien aspire a ingresar al servicio de una empresa seria debe someterse a examen psicológico y hasta a visita domiciliaria, lo mismo debería exigirse para los que andan cazando votos para la elección presidencial.
Publicado: febrero 22 de 2018