Con profundo dolor y suma indignación el País tuvo que presenciar esta semana un nuevo crimen contra un menor de edad. Esta vez, un bebe de pocos meses de nacido fue cruelmente asesinado en Chía por un despreciable sujeto que en un acto de infinita maldad arrebató una vida inocente para desquitarse de su pareja tras una discusión familiar.
Tras estudiar el caso es evidente que este desafortunado evento tiene su causa en cuatro grandes factores estructurales que hay que corregir de inmediato. En primer lugar, la crisis por la que atraviesa la institución de la familia. Como tal, en el País se abandonó la enseñanza de valores y principios a las nuevas generaciones y ahora esta ha ido perdiendo progresivamente su eje como núcleo esencial de la sociedad. De absolutamente nada sirve rasgarse las vestiduras pontificando acerca de la dichosa paz cuando la niñez crece sin rumbo, sin ejemplo y sin un faro moral que ilumine el sendero de la vida.
En segundo lugar, la inseguridad desbordada por la que atraviesa la Patria le da pie a sujetos despreciables como este para que mientan, delincan y terminen con la vida de un inocente bebé sin que nada ocurra, para, posteriormente, huir cobardemente por el territorio nacional buscando la primera madriguera en que se puedan esconder mientras la opinión pública se dispersa.
En tercer lugar, el sistema judicial requiere una modificación urgente, de tal manera que se deje de alcahuetear la conducta de los delincuentes y realmente se los someta al imperio de la ley. Es completamente inadmisible que sujetos con más de una entrada a la cárcel -reincidentes- puedan ser beneficiarios de todo tipo de beneficios jurídicos que les permiten burlarse de las víctimas mientras buscan nuevos objetivos.
En cuarto lugar, los mecanismos existentes para que las mujeres denuncien a tiempo episodios de violencia intrafamiliar son inoperantes o poco efectivos. Son repetidas las ocasiones en que, tras la comisión del delito, las autoridades se dan cuenta que ya habían existido situaciones parecidas que, de haber sido tratadas a tiempo, hubieran podido ser la señal de alerta para haber actuado a tiempo.
El mal ejemplo que le da a la sociedad estás fallas sistemáticas que estamos presenciando generan el contexto para que delincuentes inescrupulosos no le tengan respeto a la autoridad, no se vean sometidos al imperio de la ley y crean, con suma arrogancia, que sus actos quedarán en la absoluta impunidad.
Nuestra amada Patria requiere un profundo cambio para modificar estás alarmantes situaciones. La familia debe volver a ser el eje de la sociedad, se debe aumentar el pie de fuerza, recuperar la moral de la Fuerza Pública, tecnificar la lucha contra la delincuencia, facilitar y hacer más efectivos los canales de denuncia ciudadana y dejar de tener un sistema judicial que, bajo teorías garantistas, ha convertido a los criminales en pobres almas incomprendidas y a las víctimas en rencorosas y vengativas personas.
Publicado: febrero 23 de 2018