El mayor reto que enfrentarán los miembros del nuevo parlamento es conseguir que los ciudadanos vuelvan a creer en el poder legislativo.
El nivel de rechazo que sufre la institución registra cifras históricas.
No hay ninguna razón para sorprenderse, debido a los innumerables escándalos que han comprometido a integrantes de las dos cámaras.
Esa realidad explica, en buena parte, la incredulidad de los electores en la política, así como el debilitamiento progresivo de los partidos y la pérdida de su condición de canal de expresión del sentimiento democrático.
A pesar de que semejante descrédito hace parte del paisaje nacional, hasta el punto de parecer intrascendente, la verdad es que se trata de un mal con capacidad para destruir la salud de las instituciones.
Y cuando eso sucede, las sociedades que sufren la enfermedad quedan al borde de la desestabilización.
Eso es lo que ocurre hoy en Colombia.
Infortunadamente, muchos de los congresistas han obrado con un mal entendido sentimiento de solidaridad de cuerpo, que los ha llevado a tomar decisiones equivocadas y perjudiciales para el cuerpo del paciente.
Es indignante que varios legisladores sigan acudiendo a prácticas contrarias a la ley, en búsqueda de beneficios personales.
Obrando así le hacen daño a las comunidades que representan, a la institución parlamentaria y, desde luego, a toda la nación.
No es una exageración decir que la opinión pública está llegando al límite, con respecto a su posición sobre el congreso.
Si esa tendencia no se corrige, lo que pueda pasar más adelante es de pronóstico reservado.
Solamente basta darle una mirada a lo sucedido en países donde han ocurrido situaciones semejantes, para formarse una idea de los peligros que se corren cuando se llega a los extremos de descreimiento que se identifican hoy en día en Colombia.
De cara a esta realidad, que es inocultable, lo único que queda es el camino de cambiar, de cambiar en serio, gracias a una decisión inspirada en la responsabilidad histórica.
Para conseguirlo se requiere elegir una mayoría que esté dispuesta a hacerlo.
Esa necesaria transformación no se conseguirá si los votantes le dan el manejo del poder legislativo a los culpables de los males.
Lo que hay que hacer es construir la fuerza decisoria dispuesta a apostarle al futuro y enterrar las malas prácticas, que tienen cerca del colapso la estructura institucional.
Amigos y contradictores reconocen la labor de la bancada de centro democrático en el senado y la cámara de representantes.
Ese equipo, encabezado y liderado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, demostró que sí es posible actuar de manera distinta.
Probó que se puede actuar con disciplina, ser cumplidos, hacer debates caracterizados por el estudio y el conocimiento, defender posiciones basadas en el análisis profundo de los temas en debate, y sacar adelante ideas desde una posición minoritaria.
La magnífica calificación que se le otorga a ese equipo es otro argumento para darle la oportunidad a un mayor número de integrantes de su lista de llegar al capitolio.
El momento actual de la patria reclama que las nuevas mayorías estén integradas por quienes han dado ejemplo de buen obrar en el poder legislativo.
Votemos masivamente por las listas de centro democrático.
Publicado: febrero 26 de 2018