Cuando un ciudadano decide abandonar las comodidades de la vida de civil para ingresar a cualquier institución de nuestras Fuerzas Militares, o de Policía, con el objetivo de portar un camuflado por el resto de su vida, está tomando una decisión que afectará positivamente a todo un país.
En efecto, cuando un ciudadano ingresa a la Fuerza Pública no está engrosando un largo listado de números, sino que está convirtiéndose en un pilar fundamental para el mantenimiento de las instituciones, la democracia y la constitución a lo largo y ancho de la nación.
Esta acción, sin embargo, no es ligera y rutinaria, sino que, por el contrario, conlleva innumerables esfuerzos y sacrificios que en silencio nuestros soldados y policías cumplen a diario para que todos nosotros podamos disfrutar con tranquilidad de nuestra amada Colombia.
Largas campañas en lo más profundo de la selva, estar alejado durante meses de sus seres queridos o arriesgar cada día su integridad son solo algunos de los muchos sacrificios que nuestros abnegados héroes realizan en nombre de una causa llamada Colombia. Claro, con una gran motivación: garantizarnos a los ciudadanos una patria grande, respetada y libre.
En lo personal, la vida me dio la gran bendición de compartir mis días al lado de un hombre que le ha entregado toda su vida al Ejército Nacional. Por ende, conozco de primera mano las dificultades, los esfuerzos y las realidades por las que a diario atraviesan nuestros hombres y mujeres de camuflado.
Por estas razones, me duele profundamente la situación, públicamente conocida, que tuvieron que vivir un grupo de soldados cuando se vieron humillados, irrespetados y amenazados por unos supuestos “indígenas”. Estos últimos, con cuchillos, amenazaron la integridad de nuestros héroes. Y, ante esto, nuestros militares solo pudieron callar.
El respeto a un soldado es un acto de gratitud y lealtad. Ellos representan la autoridad que los ciudadanos le otorgamos al Estado para que garantice nuestra seguridad. Pero, además, ellos hacen innumerables esfuerzos para protegernos de los diferentes actores al margen de la ley.
Para mí estos sucesos son inadmisibles y ¡no se pueden volver a repetir! La dignidad de nuestras instituciones militares y de policía, así como la de sus integrantes debe ser respetada en todos los eventos y ante todos los actores.
La moral, la integridad y el nombre de la Fuerza Pública no se pueden ver afectados por un grupo de bandidos que se escudan vilmente en nuestras comunidades indígenas para cometer sus fechorías. Todos merecemos respeto, ¡TODOS!
Publicado: enero 12 de 2018