Lo primero que hay que decir es que el corrupto no se cree corrupto, en cambio sí cree que otros lo son. Y no se lo cree por la sencilla razón que hay un adormecimiento de unas estructuras en el cerebro humano, tanto en la corteza prefrontal ventromedial (donde se toman las decisiones) la cual hace que el individuo se burle todos los controles sociales. Como también en la amígdala, ubicada en el lóbulo prefontal, la que indica al individuo cuando está haciendo algo malo, algo que va en contra de sus valores morales y éticos, que no lo haga. Pero al desobedecer este mensaje, sobreviene un relajamiento que hace que el individuo no lo vea como malo. Llegando al aflojamiento total y a repetir las conductas sin ningún temor a ser castigado. Y a tener la sensación de que es invulnerable y creer que sus fechorías pasarán desapercibidas, y jamás serán condenadas. Por lo tanto se creen inmunes y no contemplan las consecuencias de sus actos, por tal razón se vuelven temerarios y dados a no reconocer sus delitos.
Es allí donde el aparato judicial debe actuar con severidad y con todo el peso de la ley; al no hacerlo se convierte en una manera de vivir aceptada por casi todos. El planteamiento de algunos sociólogos es que al carecer la justicia colombiana de esa capacidad de castigo, la sanción social es el único camino para intentar desterrarla.
Algunos corruptos son más predispuestos que otros, circunstancia que les viene de su personalidad. No se sabe con exactitud cuándo se inicia, y de donde viene. Generalmente es aprendida, ya sea en el hogar, en los colegios o en los grupos sociales. Algunos psicólogos en casos extremos definen al corrupto como un psicópata y en algunos países los igualan a un homicida.
En todo caso, la corrupción es una trasgresión de las normas políticas y sociales, cuya finalidad es obtener beneficios mediante el soborno, el fraude, la utilización de cargos de poder para la ventaja personal o de un grupo, la evasión de impuestos, la coima, la violación de las reglas de conductas previamente acordadas, y hasta la infidelidad conyugal.
Según algún psicólogos, generalmente los corruptos presentan los siguientes rasgos que le son comunes: “Ignoran a los demás, prescinden de valores morales y éticos, tienen un modus operandi que les lleva a satisfacer sus propias necesidades y su propio ego, pueden ser ególatras, su comportamiento, en cierta manera, podría ser similar al de un niño, son individuos sin control de emociones ni impulsos, tienen una nula aceptación de las normas éticas y morales aunque en muchos casos no se les note, tienen tendencia a la violencia, carecen de temor, son fríos y calculadores, y sobre todo creen que las cosas que hacen no serán descubiertas”. Y abundan en nuestra clase política: los concejos, las alcaldías, el país entero, están llenos de ellos.
Publicado: enero 18 de 2018