El pueblo venezolano está en mora de sacudirse de la tiranía asesina que lo agobia. Los últimos acontecimientos angustian y son el abrebocas de lo que viene para el azotado país, en el que el sátrapa Nicolás Maduro, en medio de su locura fruto de la paranoia propia de los delincuentes de su calaña, ha ordenado abrir fuego contra aquellos que se atrevan a ejercer resistencia al régimen.
El asesinato cobarde del expolicía Óscar Pérez, un héroe que tuvo el valor de hacerle frente a los desmanes de Maduro, introdujo a Venezuela en un terreno peligrosísimo. De ahora en adelante, las fuerzas armadas chavistas se sentirán con total libertad para disparar contra todo aquel que no se hinque de rodillas ante Maduro y sus secuaces.
El problema venezolano viene enervándose desde hace muchos años. Colombia, durante el gobierno de Uribe, fue el único país de la región que le puso talanquera a la dictadura que entonces lideraba el cuartelero Hugo Chávez. Con la llegada de Santos al poder, la ecuación cambió dramáticamente en virtud de la declaratoria de aquel como “nuevo mejor amigo” del presidente de los colombianos.
Como es sabido, Santos se rindió ante el brutal régimen chavista, volteando la mirada ante los abusos y validando todas las arbitrariedades, pues necesitaba del respaldo de Caracas para sacar adelante su acuerdo con la banda terrorista Farc.
La situación pasó de castaño oscuro. Colombia sufre día a día las consecuencias de la dictadura. Miles de venezolanos huyen despavoridos hacia nuestro país, buscando cobijo y oportunidades para garantizar su propia supervivencia. Y Santos, en vez de condenar la barbarie que se vive al oriente de nuestra frontera, se limita a hacer pronunciamientos tontarrones que no despiertan más que lástima, por el tono cobarde y pusilánime que él emplea.
Algo habrá que hacer para salvar a Venezuela de la hecatombe. Aquel pueblo está sumido en la miseria más absoluta, mientras que la dictadura y sus áulicos se enriquecen fabulosamente con los multimillonarios recursos del petróleo. El saqueo en Venezuela es absoluto.
Llegó la hora de las decisiones. Los pueblos no pueden adormecerse ante sus opresores. La oposición venezolana, a veces tan inferior a las circunstancias, debe entender que las divisiones y los conflictos son terreno abonado para que siga germinando la maleza chavista. Los miembros de las Fuerzas Armadas que tienen respeto reverencial por la democracia, no pueden continuar siendo unos testigos silentes ante las arbitrariedades de Maduro y sus esbirros. En recientes declaraciones, el presidente Uribe en plena gira política por la costa Caribe colombiana, expresó que “el ejército de Venezuela tiene la palabra, o permite que sigan asesinando a los ciudadanos o interviene para poner a Maduro a un lado y que convoquen a elecciones libres que encuentren el camino democrático”.
Publicado: enero 17 de 2018