Si hay alguien que está enfermo de la mente en nuestro país es su presidente, el señor Juan Manuel Santos (JMS). He publicado en las páginas de este periódico virtual varios artículos hablando de sus enfermedades. Entre ellas mencionare las más sencillas; La Dislexia. Después de estudiar detenidamente sobre esta, llego a la conclusión que efectivamente el presidente la padece. Aunque no es una enfermedad, si es un trastorno de la mente y que cualquiera puede padecer, pero no el presidente de una nación de 49 millones de habitantes, tan compleja y convulsionada como Colombia. Cuyo padecimiento ha producido los estragos que padece hoy la nación; pésima economía, abuso del poder, desinstitucionalización del Estado, violación a su Constitución, relajamiento desmedido de la ética y la moral, desprecio por sus gobernados y confusión de las doctrinas políticas.
El presidente Santos ha dado muestras suficientes de este padecimiento. El disléxico pasa del elogio encantador al insulto agresor. Pasa de la persecución implacable a la generosa magnanimidad. Confunde a empresarios honestos con terroristas, y a terroristas con empresarios honestos. Como también tener gran propensión por las cosas ilegales, y tener problemas con el habla, al confundir las letras con los sonidos, cosa que se siente a diario en sus discursos, llenos de errores lexicográficos, y que son difíciles de asimilar porque el oído humano detecta cuando las palabras están llenas de falsedad.
Pero donde es grave para un gobernante este trastorno, es en el fenómeno de la Discalculia, que es la dificultad que tiene JMS para la asimilación de las matemáticas, por eso su propensión a gastar desmedidamente, porque no lo dimensiona, y se le dificulta el manejo de la aritmética financiera. De allí el preocupante déficit en que ha sumido a la nación. Como también el problema para calcular los tiempos y dimensionar las actividades planeadas. Como consecuencia el acuerdo de la Habana es un contrato imposible de cumplir.
Otro de los trastornos del presidente es lo que llaman el Síndrome de Hubris, que no es otra cosa que el ego desmedido, lo que permite distorsionar la realidad, haciéndole sentir sentimientos de grandeza que lo hacen perder el contacto con lo real y lo lleva a decir mentiras. La Mitomanía, otro de sus padecimientos, lo lleva a falsear la realidad para hacerla más soportable, e incluso distorsionando la imagen de sí mismo, generalmente con delirio de magnificencia, y que suelen ubicarlo en una posición de éxito, por encima de su realidad, como si a través de la fantasía llevara la vida que desearía tener. Al presidente le llega un momento en que no puede dejar de mentir, y lo hace de modo compulsivo e involuntario, y no puede controlar y coordinar bien lo que piensa con lo que va a decir.
Pero lo más grave es que la mitomanía generalmente viene acompañada de paranoia. De allí sus delirios de persecución contra quien no esté de acuerdo con él.
Como conclusión se puede decir que JMS debió tener algún problema de autoestima en su niñez que lo hace creer que lo que propone no va tener aceptación, entonces lo realiza a escondidas (ese fue su gran error en el acuerdo de la Habana) y con la necesaria anuencia de un grupo de áulicos a los que convierte peligrosamente en secuaces
Y al final el poder es un narcótico tal, que en manos de un enfermo como él puede producir los mismos efectos de “paraísos artificiales” de drogas como la heroína o la cocaína, generándole sentimientos de superioridad y de confianza exagerada, que lo llevan a despreciar a las otras personas y actuar en contra del sentido común.
Publicado: enero 5 de 2017