La cumbre entre Santos y los terroristas de las Farc en Cartagena, donde el presidente fue monumentalmente abucheado la noche del 31 de diciembre por cientos de ciudadanos que rechazaron su presencia en la ciudad heroica, es la muestra del reacomodamiento de fuerzas de cara al inicio de la campaña política.
Desde que llegó al poder en 2010, Santos se dio a la tarea de construir una coalición a punta de dinero y prebendas. Abundó la denominada mermelada, mientras que las ideas y la doctrina escasearon. La así llamada “unidad nacional” de la que hicieron parte el partido liberal, la U, Cambio Radical, el conservatismo, los verdes y buena parte del Polo Democrático fue una alianza estructurada a punta de dinero, contratos, prebendas y burocracia.
Ahora que el gobierno agoniza y que los recursos fueron completamente dilapidados, Santos ha decidido hacer un replanteamiento de su coalición del gobierno. El liberalismo que está imbuido en una lucha interna violenta entre el serpismo –que respalda a Juan Fernando Cristo- y Humberto de la Calle, ha marcado distancia del gobierno. Lo mismo hicieron el acomodaticio partido conservador y Cambio Radical, colectividades que después de sacarle al gobierno lo que pudieron, empezaron a alejarse de la contaminación santista al ver que las elecciones están a la vuelta de la esquina.
Ahora, el nuevo aliado del presidente, con el que pretende culminar su accidentado, corrupto, impopular y errático gobierno es el jefe terrorista, alias Timochenko, con cuyos lugartenientes se reúne en Cartagena, como si se tratara de dignatarios de los más altos quilates. Bueno sería que el mandatario tuviera gestos de generosidad de ese tipo con las víctimas de las Farc que a lo largo de estos terribles años han sido desoídas por el gobierno nacional.
Lo indignante es que el encuentro goce del aval de exjefes de gobierno como Pepe Mujica y Felipe González, este último convertido en un verdadero lagarto al servicio del santismo. Llama la atención el doble racero de González frente al terrorismo. Cuando gobernaba a España, enfrentó a la banda vasca, ETA con todas las herramientas que tuvo a su alcance. De hecho, estructuró y permitió el accionar de las estructuras paramilitares denominados grupos antiterroristas de liberación, GAL.
Curioso que en España, González tuviera una actitud frente al terrorismo y en Colombia, país donde claramente no es bienvenido, se preste para favorecer la impunidad de personas que cometieron crímenes aún más atroces de los que en su momento ejecutaron los cabecillas de ETA.
Santos no tiene cómo terminar su gobierno. Está políticamente diezmado y acorralado. Su situación se agrava aún más por cuenta de la judicialización de su mano derecha y exgerente de sus campañas, Roberto Prieto Uribe, a quien le serán imputados 4 cargos en las próximas semanas por su decidida participación en actos de corrupción.
A falta de políticos que lo respalden durante los últimos meses de su mandato, Santos ha buscado refugio en las toldas de las Farc, banda terrorista con la que seguramente cogobernará en el epílogo de su gobierno.
Publicado: enero 9 de 2018