El país no sale de su indignación por cuenta de las imágenes de un delincuente caucano que amenazó a un soldado, poniéndole un machete en el cuello. La escena es inaceptable, pero sobre todo dolorosa. Ver cómo en los últimos años, por cuenta de la entrega de nuestra democracia, se debilitó a la Fuerza Pública hasta llegar al punto en el que nos encontramos y en el que cualquier facineroso tiene licencia para agredir y amenazar a un soldado de la Patria.
No hace mucho tiempo, en Israel, una ciudadana palestina fue llevada ante los jueces donde tuvo que responder por la imputación de 12 delitos, luego de que agrediera físicamente a un soldado. En Colombia, el agresor no tuvo ninguna consecuencia. Circulan imágenes en las redes sociales de una persona sospechosamente parecida a ese individuo portando misiles de mortero, lo cual indicaría que no estamos ante un humilde campesino, sino ante un peligroso antisocial.
A Juan Manuel Santos, el país se le salió de las manos. Es un presidente que no tiene el control. Los soldados y policías no son respetados y todo gracias al acuerdo celebrado con las Farc en virtud del cual los terroristas quedaron al mismo nivel de los integrantes de la Fuerza Pública, aunque en la práctica aquellos -los terroristas- están muy por encima en privilegios y prebendas.
Las imágenes de ese desadaptado que amenazó al soldado, hieren el alma de la República, herida que se profundiza al saber que el militar no pudo hacer nada para proteger su vida, porque es sabido que cualquier acción emprendida contra el agresor, habría desembocado en un proceso penal en contra del uniformado.
Colombia es de los pocos países del mundo en el que los soldados y policías pueden ser agredidos físicamente, con total impunidad. De hecho, todos lo militares que han propiciado bajas en combate, terminan respondiendo penalmente, como si fueran unos vulgares asesinos.
Ahora bien, el agresor no es un campesino desarraigado y oprimido como la izquierda pretende hacerlo ver. Se trata de un delincuente que seguramente está vinculado a estructuras armadas ilegales que operan en el departamento del Cauca y su accionar ha sentado un precedente delicadísimo. El mensaje que ha quedado sobre la mesa es que en adelante, cuando un grupo de supuestos indígenas ingresen ilegalmente a un predio, no podrán ser retirados por parte de la Fuerza Pública, pues han quedado “habilitados” para blandir sus machetes e intentar con ellos decapitar a quien se atreva a impedir la invasión.
Es hora de recuperar el honor mancillado y perdido de los soldados de Colombia, vilipendiados, humillados, pisoteados por cuenta de un gobierno débil y pusilánime que se hincó ante el terrorismo y la delincuencia.
Publicado: enero 9 de 2017