Para sacar adelante la coalición del NO se requiere, ante todo, una altísima dosis de generosidad, cosa que no se le ha visto al sector pastranista, particularmente a la exministra Marta Lucía Ramírez quien ha condicionado cualquier entendimiento a que ella sea la seleccionada como candidata a la presidencia.
Así no son las cosas. El candidato que surja de la terna integrada por Iván Duque, Alejandro Ordóñez y la doctora Ramírez debe gozar de la mayor legitimidad posible y esta sólo la concede el veredicto democrático que emane de una consulta popular, tal y como la han venido proponiendo Duque y Ordóñez.
Marta Lucía Ramírez tiene todo el derecho a participar y de aspirar a quedarse con la candidatura, pero no puede esperar que ésta le sea entregada así porque sí. Ella, reiteradamente enrostra los casi 2 millones de votos que obtuvo en las elecciones de 2014. Aquello es cosa del pasado. La realidad política es otra y esas cuentas no dejan de ser una fantasía.
Acá no se trata de poner condiciones imposibles ni de hacer anuncios fatalistas. Se requiere grandeza y patriotismo, teniendo la capacidad de anteponer los intereses superiores de la Patria a las ambiciones personales de cada uno de los candidatos.
Resulta incómodo y poco constructivo el tono con el que ha venido hablando Marta Lucía Ramírez en las últimas horas, alegando que ella no quiere “un puesto de consolación”, dando a entender que no está interesada en el tiquete a la vicepresidencia. La cuestión es muy sencilla: si ella quiere ser la candidata a la presidencia, entonces tiene que ganárselo y para ello, deberá someter su nombre a una consulta popular en marzo del año entrante y derrotar a Duque y a Ordóñez. Si aquello sucede, tendrá el respaldo de absolutamente todos los sectores que integran la coalición del NO.
A lo que ella no puede aspirar es a que el uribismo y el amplio sector conservador que respalda al exprocurador Ordóñez se unan a su aspiración de la noche a la mañana. Como bien le expresó un parlamentario del Centro Democrático a este portal: “El pastranismo no puede esperar que ellos pongan el candidato y nosotros los votos. Ellos son bienvenidos y acá tienen la puerta abierta, pero las condiciones las tenemos que acordar entre todos, sin exclusiones ni favoritismos”.
Es mucho lo que está en juego. Se trata de salvar a la democracia colombiana de la amenaza totalitarista que encarna la izquierda. La llegada de la banda terrorista de las Farc al escenario político aumenta ese riesgo, razón por la que no es momento para las vanidades sino para las grandes concesiones, pensando siempre en un valor superior: el régimen de libertades que se encuentra en grave riesgo. Ojalá, la exministra Ramírez y el pastranismo así lo entendieran.
Publicado: enero 11 de 2017