No se puede olvidar que la protección y defensa de nuestros niños trasciende cualquier frontera política, económica o social.
Esta semana se cumplió el primer año del secuestro, tortura, violación y brutal asesinato de la pequeña Yuliana Samboní. Hecho, que por cierto, sigue causando un profundo dolor no solo a su familia sino a todo un país. Y es que esta es una de esas fechas en nuestra historia que jamás quisiéramos tener que recordar.
Si bien es cierto que este hecho nos unió como sociedad por una causa que reclamaba urgentemente justicia, también nos recordó la importancia de defender y proteger a nuestros niños. Sin embargo, esta última tarea sigue en nuestra lista de pendientes y esto lo podemos comprobar a diario en las diferentes noticias.
Es duro decirlo pero hay cientos de Yulianas a lo largo de Colombia, que pasaron o pueden estar pasando por una situación similar. Lo que pasa es que muchas de estas historias no son expuestas ante la opinión pública y se pierden en medio del silencio y la impunidad.
Cabe recordar que el caso de Yuliana se volvió mediático a raíz de la brutalidad del asesinato y de la extracción social del criminal. Eso permitió que se reconstruyeran todos los hechos de manera expedita y se judicializara al responsable con la máxima condena.
Pero no se puede olvidar que en Colombia se presentan, todos los días, situaciones en contra de nuestros niños que no salen a luz: maltrato intrafamiliar, abandono, abuso sexual, explotación laboral, etc. Esta es una triste e inaceptable realidad con la que convivimos y cuya solución tenemos en nuestras manos.
Por ejemplo, un aspecto importante tiene que ver con la educación y prevención. Todos debemos tener claro y presente que la vida es sagrada y que los niños son sagrados. Del respeto y de su cuidado depende el presente y futuro de toda una sociedad. Porque niños que son amados y reconocidos, son niños con grandes posibilidades de ser grandes ciudadanos.
Otro aspecto que también nos debe unir a todos es la denuncia de todo acto de violencia contra cualquier niño. No solo deben denunciar las víctimas y sus familias. Si somos testigos de una situación de abuso tenemos que darlo a conocer a las autoridades. No solamente se le está haciendo un favor a las nuevas generaciones, sino que se está cumpliendo con un compromiso ciudadano que todos tenemos como sociedad.
No se puede olvidar que la protección y defensa de nuestros niños trasciende cualquier frontera política, económica o social. ¡Es un deber humano! Y ese es mi llamado: no seamos indiferentes al dolor del otro, al sufrimiento del otro. Ser solidarios debe ser una misión para cada uno de nosotros.
Cuando una sociedad abandona a sus niños y deja de preocuparse por ellos se está abandonando a sí misma. Además, callar solo prolonga el sufrimiento. Tengamos presente que denunciar puede ser determinante para una vida. No permitamos que vuelvan a suceder casos como el de Yuliana.
Hagamos que esa inocente luz que se apagó hace un año nos sirva de ejemplo para reafirmar nuestro compromiso con la niñez y nos permita consolidar una sociedad donde nunca más se vuelva a afectar la vida o integridad de los más pequeños e indefensos.
Publicado: diciembre 8 de 2017