En medio de un extraño y torrencial aguacero en pleno 25 de diciembre en Bogotá, en medio del silencio que produce escuchar los truenos y las gotas de lluvia al caer en las canales, surge la visión del cierre de año del 2017, un año difícil tanto en lo personal, como en lo colectivo.
Colombia, pareciera ser un circulo vicioso donde solo las noticias negativas son las que producen la reacción de la sociedad, de una sociedad pasiva y contemplativa frente a las amenazas que nos conciernen todos los días por cuenta del proceso de paz primero con las Farc, ahora con el ELN, proceso que se encuentra con el vaso vacío, y por momentos sin el vaso, ante la opinión pública quien ve con incredulidad como estos señores viajan en los vuelos de Avianca sin pudor alguno ante el dolor de las víctimas y de todos los colombianos.
Sin embargo, el ser humano tiene una fortaleza interna que lo hace salir de las pesadas incertidumbres, desesperanzas y desamores que se presentan a diario las cuales producen un cambio inesperado en su vida. Pareciera paradójico que fuera a través de las circunstancias adversas que se presentan a diario que el ser humano tuviera esa capacidad de reacción para sobrevivir.
Bien, lo comentó un cura en una Homilía durante estos días navideños. Mientras tengamos vida, mientras Dios nos de la vida todos los días de la vida, siempre el ser humano tendrá una razón para vivir.
A su vez, San Juan Pablo II escribió en sus diarios que la verdadera forma de vivir consistía en vivir bajo la plenitud de la ley, plenitude legis. Por ella, se entabla un contacto más pleno y maduro de la persona con la Persona, la cual pone de relieve la Fe y la Esperanza. Según JPII, estas dos virtudes tienen algo de claridad, disponen a ella y a ella conducen. Nada raro que la caridad sin ellas no pueda existir, aunque aquellas sin estas sí. A la vez, a la caridad, por su propia esencia, sobrepasa lo que son la Fe y la Esperanza en sí.
En ella, hay más, y por eso más irreducible a aquellas. Es difícil expresar ese más. Parece que la caridad es decisiva para la persona. Su naturaleza es como bipolar, por un lado se personaliza, por el otro es axiológica.
En relación a Dios, la caridad tiene la virtud de estar por encima de todo. La caridad no está ligada a la persona como para que no pueda pasar por encima de ella. Su adecuada relación con el bien permite siempre encaminarse hacia las demás personas con el ánimo de hacer el bien, por el bien.
Consciente de lo anterior, la caridad deberá estar acompañada de la entrega desinteresada hacia sí mismo, hacia los demás. Cuando admitimos nuestra impotencia para manejar nuestra vida junto a nuestros asuntos personales, damos el primer paso para alejarnos de la terquedad, de la arrogancia, del orgullo, para entregarnos desinteresadamente a sí mismo y a los demás.
Cuando se abandonan las pretensiones del sabelotodo, comenzamos a reconocer el valor y la experiencia de las otras personas y empezamos a tratarlas con respeto. Los intereses de los demás se volverán tan importantes como los míos. Empezamos a vivir una vida más grande de lo que somos, más amplia que nosotros, que nuestro nombre y nuestra persona; empezamos vivir por nuestra propia trascendencia.
Sin lugar a dudas, San JPII fue un ser humano que trascendió más allá de sus propias funciones de Papa de la Iglesia Católica. Por esta razón, se le respeta tanto por todos los seres quienes alguna tuvimos el placer de tenerlo cerca de nuestro corazón.
Esa, es la gran pregunta como diría Shakespeare: ¿cuál debe ser nuestro nivel de trascendencia como ser humano a pesar de todas las adversidades que se puedan presentar en el transcurrir de la vida?
¿Nos vamos a detener y quedar pasmados por una simple adversidad o vamos a seguir adelante con más ganas y empuje con el fin de trascender en mi vida terrenal?
A todos mis queridos lectores de los Irreverentes un feliz año y un prospero 2018, no sin antes dejarles el mensaje final sobre lo importante y trascendente que será el próximo año para el futuro del país.
Debemos ser conscientes de nuestro deber con las futuras generaciones cumpliendo con nuestro voto tanto para las legislativas de marzo, como la presidencial de junio. En sus manos estará el futuro de Colombia.
Puntilla: Solamente, es llegar el 25 de diciembre de madrugada para que el portero del edificio lo reciba con un recibo de Codensa, ahí se termina este cuento.
Publicado: diciembre 27 de 2017