No vayan a pensar que estoy dispuesto a votar por este criminal cuyo largo y macabro prontuario el país conoce muy bien. Sin embargo, tal y como están las cosas, en la práctica habrá votos que, sin quererlo, el año entrante serán por él. Permítanme les explico mi perplejidad:
La implementación del Acuerdo de La Habana ha dado para todo. Sinceramente creo que el país no ha logrado dimensionar aún el daño que se nos está ocasionado. Nos están introduciendo en un auténtico estado de anomia o anomía social, entendida esta como “desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales” (DRAE).
La escala de valores en Colombia está completamente trastocada. Frases como “prefiero ver a las Farc en el Congreso que dando plomo en el monte” son el perfecto reflejo de esta situación. No entiendo cómo estamos dispuestos a permitir que nos gobiernen aquellos que han ultrajado sistemáticamente a la sociedad colombiana durante décadas y se han lucrado inmensamente a costa del dolor de millones.
Mi perplejidad aumentó la semana pasada cuando mi papá, quien está en libertad por la denominada Jurisdicción Especial de Paz, consultó en la Registraduría si está habilitado para votar en las elecciones del próximo año. Como era de esperarse, por la condena que aún pesa sobre él, no podrá hacerlo y tendrá que abstenerse, en esta oportunidad, de votar por mí que seré candidato a la Cámara de Representantes por Bogotá en nombre del partido Centro Democrático.
¡Vaya paradoja! Mientras Timochenko, máximo cabecilla del grupo narcoterrorista de las Farc, anuncia a los cuatro vientos su candidatura a la Presidencia de la República, un digno oficial como el General Uscátegui, quien pagó una condena de 16 años de prisión por un delito que no cometió, no podrá ejercer el derecho básico del sufragio, con el agravante moral de que su hijo participará en la contienda electoral.
¿Por qué digo entonces que habrá un voto más por Timochenko el año entrante? Por una sencilla razón, porque cada voto que los ciudadanos de bien no podamos o no queramos ejercer a nuestro favor, será un voto que beneficiará a los criminales de las Farc que de entrada cuentan con más de 10 curules en el Congreso, además de las más de 7.000 cédulas de ciudadanía que el Gobierno Nacional les entregó en el proceso de desmovilización y que serán votos fijos de la subversión.
Aclaro que no estoy solicitando que a mi papá se le habilite para votar el año entrante, alegando una falsa igualdad con los guerrilleros desmovilizados. Por el contrario, pido es que a ningún actor armado cuestionado, y mucho menos condenado, se le permita ejercer tal derecho hasta que no se surta el proceso judicial correspondiente. Creo que no es mucho pedir en un Estado que se hace llamar social y democrático de derecho como el nuestro.
Termino con un llamado respetuoso a la Reserva Activa de nuestras Fuerzas Armadas. Ya que mi papá no podrá votar por mi, son ustedes los llamados a respaldar una candidatura como la mía, que tiene como principio defender a ultranza los interés de la Fuerza Pública y las personas que componemos la gran familia militar y policial. Por favor no me dejen morir en este nuevo intento por representarlos dignamente en el Congreso de la República.
Publicado: noviembre 20 de 2017