La personalidad de Fabio exhibía una mezcla entre el hombre educado y cosmopolita que estaba detrás del empresario exitoso, dirigente gremial y respetado asesor económico, con el sentir de hombre de campo, paisa francote, caballista y, también, “ganadero de alma”. Ese apego a lo rural le venía de su padre, el gran patriarca antioqueño Luis Guillermo Echeverri Abad, uno de los firmantes, junto con mi padre, del acta de creación de Fedegán en 1963.
Quizás por eso, y por su inclinación al reto empresarial, quiso participar en la Junta Directiva de Friogán S.A., porque creía en esa empresa de los ganaderos, que entre Iragorri y el presidente Santos intentan llevarse por delante en su afán de castigar a Fedegán por su posición frente a las negociaciones con las Farc. Esas malquerencias, tan propias de este gobierno, también sacaron a Fabio de la Junta Directiva de Ecopetrol después de muchos años, simplemente porque había sido designado en esa posición por Álvaro Uribe.
Lúcido en el análisis y el diagnóstico, su voz era escuchada por el poder político y económico; vertical en sus convicciones, no negociaba sus principios y, por ello, fue defensor del legado de la Seguridad Democrática. La determinación en sus decisiones para avanzar en lo que creía, no daba espacio a la dubitación ni al ánimo confuso. Son atributos que lo llevaron a posiciones destacadas, aunque rehuyó siempre el halago de la burocracia. El país lo recordará como presidente de la ANDI, y no exagero al afirmar que la historia de la industria colombiana del siglo XX no se entiende sin su aporte.
Nos dejó sentencias lapidarias, de un fino sarcasmo, o bien, de la francota irreverencia de quien “no tiene pelos en la lengua” para expresar lo que piensa, sin importar si es al mismísimo presidente de la República a quien hay que graduar de “mentiroso profesional”. En fin, Fabio Echeverri Correa, un gran colombiano que le hará falta al país en este trance de incertidumbres.
Nota bene. Con la arrogancia con que sometió a un gobierno débil y se burló de las víctimas, sin repararlas, sin contar la verdad ni entregar riquezas y, lo que ha ofendido al país, sin presentarse siquiera a su justicia a la medida, Timochenko se lanza a la presidencia, mientras Santos solo atina a decir «que tenemos que ser generosos». ¡Qué horror!
Publicado: noviembre 8 de 2017