Santos, le hace trampa mortal a la democracia al desconocer hundimiento de 16 curules para grupos afectos a las Farc.
A punta de trampas y de asaltos a la democracia, Juan Manuel Santos sacó adelante su proceso con el grupo terrorista de las Farc.
Negoció a espaldas del país un acuerdo evidentemente lesivo a los intereses nacionales, luego lo sometió a refrendación popular a través de un plebiscito en el que la mayoría ciudadana votó por el NO. A pesar del veredicto popular, Santos resolvió robarse el resultado, dando a entender que la diferencia entre ganadores y perdedores era tan baja que aquello le permitía ratificar su acuerdo con Timochenko a través del congreso.
En democracia no se gana o se pierde por “poquito” o por “muchito”. El resultado, sea cual sea, debe respetarse, cosa que Santos, fiel a su estilo arbitrario y abusivo, no quiso hacer.
Lo que empieza mal, indefectiblemente está condenado a terminar mal. El denominado fast track, un esguince a la constitución con el que Santos pretendía convertir al congreso de la República en un notario que se limitaba a darle la firma a todo el paquete legislativo para la implementación de su acuerdo con el terrorismo, está a punto de extinguirse –fue aprobado por 6 meses-, sin que todas las promesas que el gobierno le hizo a las Farc fueran cumplidas.
Las 16 curules en la cámara de Representantes a las supuestas “víctimas del conflicto” es uno de los abusos más grandes del acuerdo Santos-Farc. Aquella concesión es, en la práctica, un menoscabo del principio de la democracia representativa. No puede entregarse escaños en el parlamento a dedo, cuando aquel es un cuerpo al que acceden quienes logran una determinada representatividad en sus respectivas circunscripciones.
Faltando pocas horas para la finalización del Fast Track, el senado no pudo aprobar la creación de esas 16 curules por falta de votos. Es evidente que cuando un proyecto no alcanza el mínimo requerido, éste se asume como rechazado.
El congreso de la República no puede llenarse con bandidos de las Farc, respaldados por 16 representantes a la Cámara que serán designados en las regiones donde esa banda criminal aún ejerce presencia armada a través de sus denominadas “disidencias”.
Ahora, cuando su gobierno se termina de marchitar y ya no tiene recursos para seguir sobornando a la clase política, Santos ejecuta la trampa mortal al desconocer el resultado de la votación en el senado, ordenando que se levantara la sesión con el fin de ganar unas cuentas horas en las que podrá comprar los votos que le hacen falta, para efectos de volver a votar una iniciativa que ya fue rechazada.
Lo que ha quedado perfectamente confirmado es que al presidente de Colombia no se le mueve un pelo a la hora de volver trizas la institucionalidad, en aras de agradar a los bandidos a los que les empeñó el futuro de Colombia.
Publicado: noviembre 29 de 2017