Hay momentos en que la vida se nos muestra como es, sin máscaras, sin maquillajes, sin hipocresía. Esto me sucedió durante el último mes en el que pude mirar fijamente a los ojos del aborto en Colombia.
El primer contacto fue leyendo la columna de Margarita Rosa De Francisco en El Tiempo, en la cual narra la experiencia de su aborto. A diferencia de lo que ella cree, porque a los pocos días escribió una segunda columna titulada “Escandalizados”, muchos leímos su texto sin el más mínimo asombro y con la plena convicción de que no juzgaríamos una postura tan personal.
Los comentarios sobre la columna de la “Niña Mencha” no se hicieron esperar. Con tan solo poner su nombre en Google, acompañado de la palabra “aborto”, salen cientos de portales informativos que reprodujeron la columna de opinión. ¿Qué impacto habrá tenido esto entre los jóvenes del país?, creo que es la pregunta que al final importa.
Si bien Margarita Rosa no plasma la idea de que el aborto es el mejor camino, lo defiende a capa y espada como su decisión de vida. Hasta ahí es respetable e incluso plausible su posición, sin embargo, a continuación y en una actitud abiertamente intrusiva, llega al extremo de equipararlo con el parto, para ella igualmente violento, y a suponer que sea como sea la mujer siempre será lapidada.
En un segundo momento de este último mes, me enfrenté a la otra cara de la moneda, a quienes como decisión de vida luchan contra el aborto como práctica generalizada. En una campaña menos publicitada que la de la “Niña Mencha”, miles de voluntarios se concentran dos veces al año durante 40 días frente a los centros donde se practican abortos a lo largo y ancho del país. El objetivo es orar y tratar de disuadir a aquellas mujeres y parejas que acuden a estos lugares, así como a las personas que trabajan allí.
Alguien podrá sostener que la actitud de los voluntarios Provida es igualmente intrusiva, lo cual es cierto; la política por definición lo es. Todos somos actores políticos que tratamos de moldear, de una u otra manera, la sociedad en la que vivimos.
Mi experiencia de participar la semana pasada en un día de vigilia de los 40 que congregaron a voluntarios en la localidad de Usaquén en Bogotá fue muy gratificante. En medio de un torrencial aguacero, tuvimos la oportunidad de rezar El Rosario y conversar sobre esta temática. Me sorprendió que la líder del grupo era una mujer que había pasado por dos abortos inducidos y ahora desea que otras mujeres no sufran lo mismo que ella sufrió.
Me topé con la escandalosa cifra de los cerca de 400.000 abortos que se realizan cada año en Colombia. De ellos, cerca de 27.000 se han realizado en Bogotá, con el agravante que de éstos solo el 0,2% corresponde a casos de violación y el 0,4% a casos de “malformación” del bebé. Saquen sus propias conclusiones. Ver comunicado completo de la quinta de edición de 40 días por la vida
Cada quien está llamado a hacer política por las razones que cree justas. Para mi lo correcto es declarar que la vida es sagrada y luchar por ello como una decisión de vida.
Publicado: noviembre 6 de 2017