A los colombianos nos costó $ 40.000.000.000 ratificar lo que todos ya sabíamos, que el Partido Liberal está muerto.
No voy a desconocer la facultad constitucional que tienen los partidos políticos de utilizar el mecanismo de la consulta popular para escoger su candidato, pero lo que sí haré, es exponer mi desacuerdo con las circunstancias que envolvieron la jornada electoral de este 19 de noviembre.
Los dos aspirantes que presentaron su nombre el pasado fin de semana, lo hicieron con la intención de llegar al cargo desde el cual, entendemos, se puede ejercer de mejor forma el mandato en provecho del pueblo colombiano. Es ahí donde nos cuestionamos por qué dos hombres tan interesados en “servirle al país”, no se resolvieron por un instrumento menos costoso, más aun en el actual momento que atraviesa la Nación.
Nadie, ni por más gobiernista, podrá negar que estas son horas amargas en las arcas de la economía nacional, los colombianos no ven representados sus ingresos, esto como consecuencia de las altas cargas tributarias que ha impuesto el actual gobierno. En un ejercicio de fácil realización, invito al lector a que revise si su alacena contiene la misma cantidad y calidad de productos que hace tres o dos años; creemos que claramente no.
El desempleo que tantas veces hemos denunciado, está al alza en nuestro país, por más maquillaje que el doctor Perfetti le aplique a las cifras, basta con salir a las calles y vivir el día a día de la realidad.
Uno no puede tolerar que dos sujetos que se alisten para dirigir los destinos de una nación, conociendo lo que acabamos de mencionar, participen en la danza del derroche del fisco y si actuaron con desconocimiento ¡peor!, nadie que pretenda llegar a la Casa de Nariño puede desconocer estas problemáticas elementales que sufre el país.
La consulta liberal sólo sirvió para despertar la indignación popular, no solamente el hecho del alto costo, sino la exclusión de dos mujeres reconocidas y admiradas dentro y fuera de la colectividad roja como Viviane Morales y Sofía Gaviria, deslegitimaron moralmente el mecanismo de participación; y ni qué decir del desaire que le hizo César Gaviria a Juan Manuel Galán, quien en el funeral de su padre –Luis Carlos Galán-, le dio el aval a Gaviria para que fuera, por lamento, el presidente de Colombia.
Al fin y al cabo la consulta se realizó y en ella se enfrentaron dos grandes maquinarias, una, la de los puestos y contratos encabezada por Juan Fernando Cristo, y otra, la de la publicidad a cuya cabeza estaba Humberto de la Calle.
Ambos aspirantes se caracterizan por su servilismo a Juan Manuel Santos, pero cada uno tiene algo que lo hace recordar en las mentes de los colombianos; el doctor De la Calle es el mismo que nos amenazó con que si el NO ganaba en el plebiscito, el proceso de paz se acababa. No fue así. Y ni que decir de su activismo a favor de la ideología de género que después salió a negar.
De Juan Fernando Cristo mejor ni hablemos, gastar pólvora en gallinazos no es lo nuestro.
Después de todo Humberto de la Calle es el candidato del 1%. El Partido Liberal luego de ocho años en el gobierno, mermelada por raudales, maquinarias, publicidad, proceso habanero y hasta Nobel incluido quedó reducido a 700.000 liberales.
Publicado: noviembre 21 de 2017