El partido liberal pasó de ser la gran colectividad de la política colombiana, para convertirse en algo marginal e intrascendente.
La consulta liberal del pasado fin de semana, puso en evidencia que del otrora “gran partido liberal”, no quedan sino el logo, la sede de la avenida Caracas y la desteñida y “enmermelada” bandera roja.
La consulta popular fue un invento de los liberales, que encontraron en ese mecanismo de participación ciudadana la fórmula para la reunificación de la colectividad, luego de que Luis Carlos Galán montara la disidencia que Colombia conoció como el nuevo liberalismo.
Desde la incorporación de esa figura, los liberales se han sometido a 5 consultas populares. La primera de ellas, tuvo lugar en 1990, cuando César Gaviria se alzó con la victoria, luego de que cerca de 2.8 millones de liberales votaran por él. En aquella consulta, se depositó un total de 5.397.023 votos.
Lo significativo es que aquel año, el censo electoral era de 13.793.566, lo que significa que en esa consulta participaron el 39.1% de los ciudadanos.
Desde 1990 hasta la fecha, el liberalismo ha tenido que ver cómo pierde fuerza en todo el país, en buena medida por los múltiples escándalos de corrupción que ha protagonizado la colectividad que fue fundada en 1848.
De los 5.3 millones de liberales que participaron en el certamen que resultó en la designación de César Gaviria en 1990, se pasó a una votación de 2.223.471 cuatro años después cuando, con 1.2 millones de votos, ganó Ernesto Samper.
El domingo pasado, el liberalismo presentó a Humberto de La Calle y Juan Fernando Cristo. Se trató de una consulta inmensamente cuestionada por los elevados costos que tuvo que asumir la organización electoral colombiana para poder llevar a cabo con éxito dicha elección. De acuerdo con la información suministrada por el registrador, los contribuyentes pagaron $40 mil millones de pesos.
El resultado fue lamentable. El censo electoral vigente es de 35.091.924 personas y solamente participaron 744.521 ciudadanos, lo que significa que a certamen solamente concurrió el 2.1% del censo electoral.
Aunque los liberales han salido a celebrar el resultado, los números no engañan. En 1990, la consulta liberal acogió al 39% de los electores y en 2017, la participación cayó al 2.1%. Un estruendoso fracaso.
Los liberales están cosechando lo que durante décadas han sembrado. Con el proceso 8000, cuando el liberalismo le vendió la dignidad de la República al cartel de Cali, sumado al desgobierno de Samper y el nefasto legado de Horacio Serpa, aquel partido se encargó de sepultarse a si mismo.
Claramente, el liberalismo no es una opción real de poder. La ciudadanía le está pasando la cuenta de cobro por los abusos y la corrupción del gobierno de Santos, del que ese partido es socio incondicional.
Los liberales coadyuvaron el robo del plebiscito y se constituyeron en los motores de la desinstitucionalización a la que está siendo sometida Colombia, con ocasión de la implementación del acuerdo ilegítimo celebrado entre Santos y la banda terrorista que comanda alias Timochenko.
El magro resultado de la consulta en la que Humberto de La Calle resultó ganador es la cuota inicial de la derrota que se avecina para el liberalismo en las elecciones del año entrante. Bastante preocupados deben estar los senadores que en marzo someterán sus nombres al escrutinio popular. Hoy, la bancada roja cuenta con 17 senadores, cifra que evidentemente se verá reducida en marzo, cuando se elija al nuevo congreso de la República.
La politiquería, la corrupción, la vanidad de Cesar Gaviria y los ajustes politiqueros, volvieron pedazos el proyecto político que hace 169 le presentó a nuestro país don Ezequiel Rojas.
Publicado: noviembre 21 de 2017