El próximo presidente de Colombia se enfrentará a grandes retos, porque tendrá que recibir un país al que Juan Manuel Santos se ha dedicado a hacer trizas mientras lo entrega al grupo terrorista más tenebroso que ha conocido la humanidad.
Primer reto: La credibilidad. Santos ha sido sin lugar a dudas el presidente más mentiroso de la historia, o por lo menos al que más mentiras se le han comprobado. Tan mentiroso es, que la cuenta de Twitter @MitosSobreLaPaz creada exclusivamente para resolver las inquietudes sobre el proceso con las Farc y que contenía el récord de todas las mentiras con que alimentaron al pueblo colombiano para que aprobara el plebiscito, de un día a otro desapareció de la red social para borrar las evidencias. Recientemente se hizo viral un video de un debate presidencial de City Tv entre Santos y Oscar Iván Zuluaga. En ese video Santos trata a Zuluaga de mentiroso porque dijo que Timochenko podría ser congresista. Ni el mismo Zuluaga se llegó a imaginar (como ninguno de nosotros) que menos de cuatro años después el narcoterrorista sería candidato, pero a la presidencia. El próximo presidente de Colombia tiene el enorme reto de rescatar la credibilidad del pueblo en la institución presidencial. Para eso tendrá que gobernar de cara al pueblo y no a sus espaldas como lo hizo Santos y tendrá que responder a los cuestionamientos que se le hagan y no evadirlos como su predecesor.
Segundo reto: La economía. Sin lugar a dudas este será el mayor reto al que se enfrente el sucesor de Santos. La excesiva carga tributaria, el bajo consumo, la inestabilidad jurídica que se refleja en el temor de la inversión extranjera, el crecimiento desmedido del gasto público y del aparato gubernativo, la corrupción, un agro desestimulado y abandonado y en algunos casos más interesado en los cultivos ilícitos que los lícitos, son algunos de los problemas que tendrá que enfrentar el próximo mandatario.
Tercer reto: La corrupción. Colombia siempre ha tenido problemas de corrupción. Nadie puede decir que Santos se la haya inventado, pero como él dice una cosa mientras hace otra, habla de combatir la corrupción mientras que la ejerce y la fomenta. A punta de almendras (amenazas) y mermelada (compra de conciencias) su gobierno ha manipulado y manejado a su antojo a las otras ramas del poder público y a la prensa. El pésimo ejemplo que ha dado es una de las causas del hueco económico en el que nos encontramos porque han tomado el erario como si fuera la plata de sus propios bolsillos.
Pienso que una buena forma de disuadir a los amantes de las platas públicas sería un artículo en el código penal que haga imprescriptible los delitos contra el erario.
Cuarto reto: La institucionalidad. De la corrupción se desprendió el rompimiento institucional de nuestro país. Para que una democracia funcione es absolutamente necesario que haya límites al poder del Estado, que haya elecciones periódicas y los resultados de estas siempre se respeten, que haya pluralismo y tolerancia a las ideas de los demás y que haya una efectiva división de los poderes públicos. Santos atentó contra nuestro orden institucional por su forma ilegal de ejercer el poder ejecutivo. El resultado del plebiscito no se respetó, su presidencia se parece más a una dictadura que nos negamos a reconocer porque viene vestida de paño inglés. A la oposición la ha perseguido y maneja a su completo arbitrio al resto de los poderes públicos. El próximo presidente debe recuperar el respeto por la Constitución y la Ley haciendo diametralmente lo opuesto a lo hecho por Juan Manuel Santos durante su presidencia en este campo.
Quinto reto: Gobernar para el país. Como si fuera el tan mentado gobierno de transición, durante siete años y medio Juan Manuel Santos se ha dedicado a gobernar para 7.000 personas y ha dejado de lado al resto del país, que en su gran mayoría son personas honestas, honorables y con ganas de salir adelante. Los resultados de su desgobierno saltan a la vista. En Colombia no hay un sector que no esté haciendo agua, por ejemplo, el sector de la salud que está en cuidados intensivos. La moral en general de los colombianos es baja, inclusive me atrevería a pensar que está peor que la del país que recibió Álvaro Uribe Vélez. La sensación generalizada es que el país está a la deriva y que el titular del poder ejecutivo se ha desentendido de la suerte del país.
Necesitamos con urgencia que el próximo presidente retome las riendas del país.
Publicado: noviembre 10 de 2017