Los directores de los medios tradicionales de comunicación del país están en alerta por lo que ellos llaman “fake news” que emanan de las diferentes plataformas de las redes sociales. Esta repentina preocupación porque los colombianos estemos bien informados resulta bastante cínica después de casi 8 años de servirle la gran prensa nacional de instrumento al poder ejecutivo para manipular la verdad.
Se le ha denominado a la prensa el cuarto poder, porque prácticamente el dueño del micrófono también lo es de la verdad ante el ciudadano desprevenido. En Colombia, Juan Manuel Santos, cabeza del poder ejecutivo, no contento con comprar los otros dos poderes, el legislativo y el judicial, a costa del presupuesto del Estado, sobornó a la prensa con enormes gastos en publicidad, para manipular la verdad, y a su vez la prensa, en su gran mayoría, se dejó comprar. Así es, en asocio con ella Santos se encargó durante su mandato de descalificar a la oposición prácticamente con el único argumento de que era mentirosa. Sin embargo, todo el detritus que Santos y el periodismo se dedicaron a ocultar durante años finalmente está saliendo a flote y todos los malos augurios de la oposición en relación con las consecuencias de las decisiones del gobierno empiezan a tomar forma.
Muchos recordarán que durante la campaña del plebiscito las autoridades ordenaron desmontar las vallas que alertaban sobre la posibilidad de que Timochenko pudiese llegar a ser candidato a la presidencia. El caso más sonado fue el de Santa Marta en el que el alcalde Rafael Martínez ordenó desmontar la valla que rezaba “¿Quieres ver a Timochenko presidente? Vota Sí al plebiscito”, con el argumento de que era publicidad engañosa. Bastaba leer el artículo 36 del acuerdo para saber que de ser este aprobado cualquier cabecilla de las Farc como Timochenko podría ser candidato a cargos de elección popular. Mientras que los promotores del No se dedicaron a leer los acuerdos y a hacer pedagogía de lo ahí escrito para alertar a la opinión sobre el contenido de un acuerdo plagado de peligrosas concesiones a la guerrilla, el gobierno, con la gran prensa como altoparlante, se dedicó a crear una fantasía de paz estable y duradera alrededor de unos acuerdos que lo único que podían garantizar era que a los máximos responsables de delitos de lesa humanidad les lavaran sus fortunas y sus prontuarios judiciales.
Pues bien, frente a este despropósito, la mayoría de la prensa en lugar de, por ejemplo, divulgar el contenido del artículo 36 y de informar a la ciudadanía sobre sus evidentes efectos una vez aprobado el acuerdo, decidió en unos casos guardar silencio, en otros avalar la conducta del mandatario magdalenense y en otros a irse lanza en ristre contra los que levantaron la voz contra un acto, el de destruir la valla, a todas luces dictatorial.
Ahora que ya pasó el festín de millones en publicidad y se hacen sentir los efectos de la resaca, aunado al hecho de que el gobierno amina franco hacia su inexorable declive, la prensa, en un acto de hipocresía y cinismo sin precedentes, pero digno de quienes abusan del poder, pretende rasgarse las vestiduras organizando foros con la excusa de una genuina preocupación por la “postverdad” y las nefastas consecuencias de esta frente a las elecciones de 2018.
Lo cierto es que el daño ya está hecho, pues el estado del país después de casi ocho años de gobierno Santos es el de un evidente retroceso en todos los campos pero sobre todo en lo de corrupción, orden público y economía, con el agravante de que el país de hoy cargara quien sabe por cuánto tiempo con el lastre de un acuerdo de paz redactado a la medida de la guerrilla y en especial a la de sus cabecillas, que se salieron con la suya y podrán gobernar sin pagar sus delitos. Y lo cierto también es que un juicio de responsabilidad respecto del actual estado de cosas mostraría, como no podría ser de otra manera, a Santos como principal artífice de la debacle, y por supuesto, a la prensa como su cómplice.
Actos de contrición como foros para abordar la problemática de la postverdad, no hacen sino acrecentar la indignación de una ciudadanía que desaprueba a la prensa casi en la misma medida que al gobierno y a los partidos políticos.
Al fin y al cabo, todos ellos son detentadores de grandes poderes y demostrado está hasta la saciedad que han abusado de ellos y que el paganini en esta ocasión ha sido la de siempre: la ciudadanía y en este caso su derecho a la verdad.
Publicado: noviembre 3 de 2017