Creo que los lectores reconocen que soy una persona con opiniones fuertes. Me considero un liberal en lo social (nada de dogmas religiosos en el manejo de lo público, cada uno hace lo que le venga en gana en su cama mientras no sea con niños, libertad irrestricta de prensa y opinión) y un conservador económico y en seguridad nacional (libre mercado, bajos impuestos, gobierno austero, aceptar los costos y beneficios de la creación destructiva, y castigar severamente el terrorismo y el crimen en general). Es claro que es difícil encontrar a líderes políticos que concuerdan con la totalidad de mis convicciones, porque en este mundo no existe la consonancia perfecta, pero afortunadamente si hay algunos con los que comparto muchas convicciones.
Los colombianos tenemos la obligación de implementar un test de litmus muy certero para poder escoger bien al líder que va a conducir al país del 2018 al 2022. Los test serán diferentes, pero creo muy importante que cada ciudadano haga la labor juiciosa de justificar su voto en temas superiores al infantil “soy el candidato que no comulga con la corrupción” –como si eso fuera un activo.
Mi candidato tiene que ser respetuoso de la diversidad. Me siento incapaz de votar por un candidato que odie a los homosexuales, o que trate a los homosexuales como series inferiores. A estas alturas del partido estar en contra de la libertad de cada ser humano de escoger con quién comparte su vida es vergonzoso. Esto no quiere decir que yo sea de esos personajes que le ve problema a que a un niño se les regale un carrito y a una niña se le regale una muñeca. ¡Tampoco!
Mi candidato será una persona que no va a montarse en el facilismo de utilizar un “deje así” ante el insulto a la humanidad que significa que alias Timochenko sea candidato a la presidencia sin antes siquiera haber mostrado un ápice de arrepentimiento por sus crímenes. Mi candidato tampoco apoyará ese esperpento que será la patética “Comisión de la Verdad”, un pedazo de demagogia que concluirá que la violencia es función de la desigualdad, y que las guerrillas tenían objetivos loables, porque “matar para que la gente viva mejor se vale” (frase célebre del difunto Carlos Gaviria).
Mi candidato será aquel que tenga la capacidad de confrontar a los contradictores con todos los argumentos válidos que existen para no permitir que la JEP juzgue civiles. La idea detrás de la famosa “Justicia Especial para la Paz” es la de limpiarle el prontuario a los criminales de las Farc tratando de poner al sector privado, a los militares, y a la sociedad civil al mismo nivel del grupo criminal Farc. La idea de los amigos del terrorismo es que, si el sector privado también es malo, pues entonces las Farc no son tan malas al final.
Mi candidato será aquel que no tenga miedo de jugársela por la industria minero-energética. Colombia tiene una legislación ambiental moderna que protege celosamente el ambiente. Pero tiene que existir un equilibrio en el país, así como existe en Canadá y en Australia. Mi candidato será aquel líder que tiene la capacidad de confrontar a la demagogia ambientalista con gráficas y números, y aquel que tenga los pantalones para recordarle a los millenials y a las comunidades que, si Colombia se queda sin el recaudo fiscal que deja la consecución de regalías, Colombia NO tendrá la capacidad de educar ni de alimentar a los niños pobres. Simple sentido común.
Publicado: noviembre 14 de 2017