En el Congreso avanza con rapidez la reglamentación de la Justicia Especial para la Paz (JEP). Este tribunal, todopoderoso, sin control, con magistrados con claras tendencias ideológicas, pareciera estar diseñado estructuralmente para garantizar impunidad a los más grandes criminales que ha visto Colombia en su historia: las Farc.
Lo más decepcionante es que el deseo y la exigencia de justicia que clamamos millones de colombianos, se están esfumando gracias a un Gobierno “enmermelado”, que impone sus mayorías en el Congreso. Claro, todo esto con el fin de cumplir, como sea, su acuerdo de paz con los narcoterroristas de las Farc. Acuerdo, que vale recordar, fue rechazado por el pueblo el 2 de octubre del año pasado.
Es por eso, que en medio de este escenario, surge en mí una especial preocupación: ¿Qué va a pasar con los responsables de miles de violaciones y atrocidades en contra de nuestros niños?
Si bien es cierto que todos los actos que perpetraron estos terroristas son reprochables, inaceptables y susceptibles de judicialización, los que cometieron en contra de los infantes fueron aberrantes. ¡Es que no se puede olvidar que estamos hablando de pequeños compatriotas, que crecían inocentemente en las regiones de nuestro país! ¡Ellos no escogieron ese camino de guerra, muerte y violencia! De ahí que estos delitos sean intolerables e injustificables. Además, es que se necesita un nivel desproporcionado de barbarie, maldad y sevicia incesante, como el de las Farc, para atentar contra la vida e integridad de un menor.
Las mutilaciones a causa de las minas antipersonales, las violaciones sexuales e, inclusive, los abortos obligados a las niñas y jóvenes campesinas reclutadas por la guerrilla, entre otros, son un ejemplo del grado de maldad con que los terroristas de las Farc amedrentaron a las nuevas generaciones de compatriotas durante décadas. Por eso duele que no se haga justicia.
La JEP no se puede convertir en un tribunal dedicado a lavar los crímenes de las Farc. En efecto, en mi condición de madre, me surge una pregunta al presidente Juan Manuel Santos: ¿Si uno de sus hijos hubiera sufrido las atrocidades que tuvieron que padecer miles de niños, a causa de las Farc, usted estaría implementando un tribunal que busca la impunidad de los responsables de esos actos?
Fácil es, desde la comodidad del Palacio de Nariño, juzgar a quienes no acompañamos el acuerdo con los dicha guerrilla, mientras se le miente a la comunidad internacional acerca de la “solidez y perfección” del acuerdo con este grupo terrorista. Pero otra cosa es mirar a los ojos a uno de esos niños en las regiones y decirle: No va a haber ningún castigo para la persona que abuso de ti, que te maltrató, que te violó.
Es difícil expresar, en palabras, el sentimiento de indignación y el dolor de patria que surge en mí al saber que no va a llegar la justicia a esos inhumanos criminales que abusaron de la inocencia de nuestros niños. Y todo por complacer los caprichos de unos terroristas, que ahora buscan posar de adalides de la moral en el Congreso.
Esta situación lo único que evidencia es que al Gobierno Santos ¡no le importan nuestros niños! Pero, mientras en Colombia la justicia no reine y los criminales gocen de impunidad, no va a poder existir ni reconciliación ni una verdadera paz. Más aún, cuando quedará marcada en la memoria de nuestros jóvenes compatriotas que el Estado prefirió complacer a unos pocos bandidos, que defender los derechos de todo un pueblo.
Publicado: octubre 13 de 2017