Los precandidatos del Centro Democrático, deberían retomar el discurso básico del uribismo, sintetizado en la analogía de los “3 huevitos”.
Cuando empezaba la campaña de 2010, el presidente Uribe de manera muy didáctica le solicitó a la ciudadanía que a la hora de elegir por quién votar, se pensara en el candidato que pudiera cuidar y empollar “los 3 huevitos” que surgieron durante los 8 años de su gobierno.
Estos eran: Seguridad Democrática, confianza inversionista y cohesión social.
Se trata de 3 principios íntimamente ligados. La seguridad es el elemento fundante para la promoción de la inversión privada, la cual, a su vez, genera los recursos suficientes para desarrollar y poner en marcha proyectos tendientes a fortalecer la cohesión social.
En el panorama nacional, luego de la suscripción e implementación del acuerdo entre Santos y la banda terrorista de las Farc, se evidencian las falencias en esos tres principios de la doctrina uribista.
Al revisar las encuestas en las que se les pregunta a los ciudadanos cuáles son las principales necesidades del país, el empleo, la salud y la corrupción ocupan los primeros lugares.
La generación de empleo parte, como es obvio, de la inversión privada de capitales enproyectos de gran calado, pero también a partir de iniciativas de emprendimiento empresarial en nuevas alternativas generadoras de oportunidades.
La seguridad democrática contiene un elemento que fue absolutamente desdeñado por el gobierno de Juan Manuel Santos: el control territorial por parte de las instituciones y, por supuesto, de la Fuerza Pública. Luego de la firma del acuerdo con las Farc y durante los primeros meses de su implementación, se ha demostrado que el control de los territorios donde las Farc ejercían su capacidad intimidatoria, no está en manos del Estado. A través de las denominadas “disidencias” y del sospechoso fortalecimiento de la capacidad ofensiva del Eln, sumado al accionar de las “Bacrim”, las estructuras delincuenciales han consolidado su presencia criminal. Está el caso de Tumaco, que se ha convertido en una zona de despeje de facto, donde los ilegales se mueven con total libertad, sometiendo a la población a sus caprichos.
En un ambiente enrarecido como aquel, la promoción de inversiones se hace muy difícil. Grandes cadenas internacionales, se han ido del país, como consecuencia de los elevados índices de inseguridad. El primer trimestre de este año, la inversión extranjera directa cayó en un 46.5%, comparado con el mismo periodo de 2016.
En el más reciente informe del Dane sobre empleo, se registró un incremento en el número de personas sin trabajo el cuál llegó al 9.1%. Resulta preocupante que en las áreas metropolitanas, el desempleo se ubicó en el 9.9%.
En ciudades tan importantes como Quibdó, Cúcuta y Armenia, el desempleo es del 16, 15.3 y 14.4%, respectivamente. Sin seguridad no hay inversión y sin inversión, el empleo se desploma.
Uno de los fenómenos que más atenta contra la cohesión de una sociedad es, precisamente, la corrupción. Cuando estallan escándalos como los que han sacudido a nuestro país durante el gobierno de Juan Manuel Santo, la ciudadanía legítimamente, pierde confianza y respeto en las instituciones.
El derroche en el gasto público es la autopista por la que circula libre y rápidamente la corrupción. En estos 7 años, Colombia ha registrado casos espeluznantes. Además del saqueo a las arcas a través de la repartición indiscriminada de la mermelada, está la preocupante situación de la rama judicial.
Uno de los temas más importantes para nuestro país, era la reforma a la justicia. Santos, que no fue capaz de sacarla adelante, prefirió negociar por debajo de cuerda con los miembros de la rama judicial más poderosos –entre ellos, Leonidas Bustos y el cuestionado exfiscal Eduardo Montealegre- para dejar las cosas tal y como estaban. Hoy, padecemos las consecuencias de esa claudicación de Santos ante la evidente podredumbre en un sector de la justicia.
Los precandidatos y “los 3 huevitos”
Los 5 precandidatos del Centro Democrático, en los talleres que se vienen adelantando en distintas ciudades país, han aprovechado el espacio para proponer, cada uno por su lado, una serie de alternativas y soluciones para el país.
Nadie puede descalificar las calidades de algunos de los precandidatos, pero las bajas cifras que registran en las encuestas, resultan preocupantemente elocuentes.
No se entiende por qué, si ya existe un cuerpo doctrinario que está probado y que al fin y al cabo es el que resulta atractivo para una ciudadanía que a lo largo de los últimos 15 años ha respaldado al uribismo, los precandidatos no retoman esos “3 huevitos”.
La mayoría ciudadana eligió y reeligió a Uribe en 2002 y en 2010, precisamente por haber planteado esos elementos discursivos. El pueblo que fue engañado por Santos, votó por él creyendo que era la persona indicada para cuidarlos. En vez de hacerlo, los quebró y el país entero ha padecido las secuelas.
Si hay un partido político con un programa definido con una militancia de base activa y entusiasta es, precisamente, el Centro Democrático. Los uribistas hacen parte del CD, porque creen y siguen las ideas del expresidente Uribe y aquellas están sintetizadas en la analogía de los “3 huevitos”.
Los precandidatos del partido no pueden desaprovechar el inmenso capital implícito en los principios de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social. Desde esos tres elementos, se desprenden todo tipo de iniciativas, pero no pueden olvidar que el electorado uribista desde hace más de una década y media está matriculado con esas tesis que hoy, incomprensiblemente, han sido relegadas.
Publicado: octubre 12 de 2017