Soy joven, sobre mi cabeza aún no reposa aquella cabellera blanca que llevan consigo quienes han aprendido de la vida, quienes actúan ya con sabiduría y no se dejan llevar por el impulso, ya que la experiencia les ha dejado recuerdos inolvidables y cicatrices profundas.
La labor comunitaria nos permite conocer escenarios de toda índole y a jóvenes de diversos pensamientos e ideas. Pero sin importar el credo, la raza, la etnia o el factor social, existe un común denominador en las actuales generaciones: el alto grado de desentenderse de todo lo que les rodea, incluso hasta desentenderse de sí mismos.
Preocupa y entristece observar como los jóvenes prefieren pasar mayor tiempo con su celular o tablet en lugar de compartir un cálido almuerzo en familia. Preocupa y entristece notar como los jóvenes prefieren hacer pereza todo el día en lugar de leer y alimentar el cerebro. Preocupa y entristece ver como los jóvenes han perdido total respeto por la autoridad. Preocupa y entristece contemplar como los jóvenes no tienen sueños o metas más allá del hoy. Preocupa y entristece mirar como para los jóvenes los principios y valores no tienen mayor peso o importancia.
Vale decir que no todos los jóvenes se encuentran en las situaciones mencionadas, no. Pero sí la mayoría de nuestra juventud piensa y vive de tal forma. Nuestra sociedad se halla en una involución; la familia, los valores y los principios escasean hoy día. Qué decir de la caballerosidad por parte de los hombres y la delicadeza por parte de las mujeres, de eso ya no se ve. Hoy el romanticismo causa mofa en los adolescentes; las cartas fueron reemplazadas por cortos y mal escritos mensajes de WhatsApp. ¡Lamentable!
Sé que no todos pueden ser Yagües, de Greiffs, gabos o Patarroyos, ni más faltaba. Pero esas mentes que en otrora se encontraban en cada cuadra hoy son la excepción, es decir, hay que cavar y cavar para encontrar siquiera a un joven con tales aptitudes y/o actitudes.
Son muchos los factores responsables de tal situación, no alcanzaría esta columna para acotarlos. Pero sí debemos decir que las nuevas generaciones necesitan un salvavidas, y lo requieren de manera urgente, solo Dios sabrá a qué llegará la sociedad futura si seguimos por la misma senda.
La familia, como núcleo de toda sociedad debe rescatarse. A lo anormal hoy le llaman normal, a lo malo hoy le denominan ser “avispado” y a lo ilógico le tildan de habitual. Basta ya de querer alterar el cauce del río.
Salvemos a los más jóvenes, salvemos a mis contemporáneos, salvemos el futuro de Colombia. El ejemplo comienza por casa, y vaya que no ha habido ejemplo. Pero no es tarde, el cambio comienza por cada uno de nosotros. Sumémonos a esta causa.
Publicado: octubre 5 de 2017