Muchos partidos políticos pareciera que tienen la fe de Opción Ciudadana o Cambio Radical. Tan pocos créditos se dan, que piensan que necesitan los votos de la maquinaria y la corrupción para jugar un papel importante en las próximas elecciones.
Se les hace agua la boca, pensando en el paradero de los votos del Ñoño y Musa. ¡Qué no darían por ubicar esos votos! A la hora de las elecciones lo que importa es sumar. No importa qué se sume, lo importante es ganar.
Y todos nos quejamos de la corrupción, pero la necesitamos porque no sabemos jugar sin ella, porque se incrustó en la piel de la democracia. La corrupción es una enfermedad que avanza de forma silenciosa en el cuerpo y en la mente, solo conocemos su catástrofe cuando queda bajo un reflector y en ese momento ya es tarde para radicarla. En ese punto, removemos de la sociedad con gran escándalo, las personas con el mal, y quedan casi siempre en una casa por cárcel o en una cárcel. Pero nuestra doble moral ya no tiene precedentes. Condenamos en público lo que añoramos en privado.
Y entonces… Cuál es la renovación, cuál es el cambio. ¿Qué nos diferencia del nuevo grupo político de las Farc, de Cambio Radical o del partido del Tuerto Gil?
Hago un llamado a las directivas de mi partido a no olvidar el intenso trabajo y ejemplo que da un solo hombre, dueño por derecho del sacrificio que le otorga el arduo trabajo para rescatar el rumbo y que lo hace acreedor de una inmensa fe que le tenemos la mayoría de colombianos para que no lo dejen mal parado, eligiendo personas que representen todo lo opuesto a lo que él dice y hace por esta Nación. No le dañen la imagen a un partido, al único partido político que puede rescatarnos del naufragio.
Insisto, hay votos que no suman, solo restan.
Solo a partir del ejemplo bueno, podemos salir como fieras a conquistar el voto del ciudadano que perdió la fe en la política y en el Estado.
Publicado: octubre 19 de 2017