Mañana se cumple un año de que a Juan Manuel Santos le cayera maná desde el cielo de Noruega. Después de la aplastante derrota del plebiscito – sí, aplastante porque a pesar del desmesurado desequilibrio, ganó el No– su capital político quedó, como dirían los contadores, en rojo, y el premio Nobel le dio el oxígeno que necesitaba para poder volver a maniobrar.
A Santos no le dieron el Nobel por traerle la paz a Colombia, se lo dieron por “sus decididos esfuerzos para llevar a su fin más de 50 años de guerra”. Traducción: le dieron el Nobel de Paz por tratar de traer la paz a Colombia. Con ese argumento a mí me podrían dar el Nobel de Literatura por tratar de escribir.
El día que la finada presidente del comité del Nobel, Kaci Kullman, anunció el premio dijo que cuando Santos perdió el plebiscito hubo algunos que opinaron que sería demasiado temprano darle el Nobel de Paz, sin embargo, el comité pensó que “no tenían ningún tiempo para perder”. En conclusión, Juan Manuel Santos se ganó un premio por nada y el comité noruego tomó la gravísima decisión de interferir en los asuntos internos de Colombia dándole el espaldarazo al señor Santos para que desconociera el resultado del plebiscito.
La manera como lo hizo fue engañando (oh sorpresa) a los promotores del NO asegurando que iba a modificar los acuerdos. La realidad fue que no tocó ninguno de los puntos sustanciales, es decir, dejó intactos los puntos que nos motivaron a votar que No. Hizo pasar como nuevo el viejo acuerdo haciendo unas modificaciones irrelevantes tales como disminuir el número de estaciones de radio. Por esa razón es que hoy en día está sucediendo exactamente lo que dijimos que iba a suceder.
Por ejemplo, las Farc siguen delinquiendo y asesinando bajo el nombre de “disidencias de las Farc”, mientras que su brazo político se pavonea por medio país haciéndose pasar por víctimas. Increíblemente la gente les está comiendo el cuento y están asistiendo a sus reuniones políticas. Como será que apareció una foto de dos policías posando muertos de la risa con Pastor Alape como si se tratara de un gran personaje. ¿Será que no saben que el macabro Alape hasta hace nada estuvo detrás de las masacres sistemáticas de la fuerza pública? ¡Hágame el favor!
No falta el que dice que nos debemos sentir afortunados porque las Farc entregaron sus armas y que pronto serán fundidas para hacerle un monumento a Tirofijo. A esos les respondo: con que creen que están asesinando a nuestros policías, ¿con los traperos y exprimidores de limones que descaradamente incluyeron en su listado de bienes? No nos crean tan pendejos. Las Farc siguen armadas, es más, todavía es la hora que les están descubriendo caletas sin la menor consecuencia jurídica.
Olímpicamente los niños reclutados no fueron devueltos a sus familias con el pretexto de que ellos están bien porque criminales como Iván Márquez o Timochenko se convirtieron en parte de su familia. Como a este país los niños ni les va ni les viene (prueba es que son capaces de robarse la plata de su alimentación y de su salud) nada ha pasado.
El tema de la fortuna de las Farc terminó siendo un show digno de una feria de pueblo. Entregaron un listado ridículo que no refleja la millonada que se han debido ganar durante estos años de libertinaje. Parte del producido de la bonanza cocalera entró a las arcas de las Farc impunemente. Parecería que el Acuerdo de Paz terminó siendo un gran operativo para lavar prontuarios y dólares.
Además del gran fiasco que ha resultado ser el proceso con las Farc, a Santos se le va derrumbando su discurso de ser un gobierno impoluto. Sus más grandes electores, esos que lo ayudaron a llegar a la presidencia cuando le metieron todo el músculo económico, Bernardo “el ñoño” Elías y Musa Besaile, están el primero en la Picota y el segundo fugado de la justicia. Los dineros de Odebrecht sirvieron para que Santos llegara a la presidencia, eso es un hecho que el confeso Roberto Prieto manifestó en una entrevista radial. Más increíble de que Juan Manuel Santos no esté incurso en una o varias investigaciones por corrupción, es que a Prieto no lo haya tocado la justicia aún.
Así como lo hizo Samper, usted, señor Santos, se reeligió con dinero mal habido. Con el sol a sus espaldas usted no está dejando un mejor país del que recibió en el 2010. El país se ha empobrecido, la paz terminó siendo una falacia y lo único que tenía para sacar pecho, sus relaciones internacionales, también han fracasado. Hombre, haga un acto de contrición y renuncie a la presidencia y devuelva el Nobel porque no se merece ni lo uno ni lo otro.
Publicado: octubre 6 de 2017