El pasado 31 de mayo, los guerrilleros Andrés París y Jesús Santrich ingresaron al Congreso, “como Pedro por su casa”, y se pavonearon por los pasillos de esa Corporación. Ese día, con su actitud desafiante, nos dejaron muy claro que no van a pagar un solo día de cárcel, a pesar de haber sometido al pueblo durante más de cinco décadas.
En ese momento, y ante el profundo sentimiento de indignación que esto generó entre los colombianos, solicité a la Presidencia del Congreso que aclarara ¿quién había agendado el ingreso de estos sujetos? Además, ¿por qué se estaban contrariando las directrices dadas por el entonces Presidente del Senado, Mauricio Lizcano, relacionadas con prohibir el ingreso de dichos guerrilleros hasta que no entregaran todas sus armas y se sometieran a un tribunal de justicia?
Ese cuestionamiento, desafortunadamente, nunca tuvo una respuesta positiva. En efecto, ante mi solicitud, se generó un sinfín de remisiones entre las diferentes divisiones del Congreso, para determinar quién tenía la competencia a la hora de responder estas preguntas. Pero no nos digamos mentiras: ¡fueron dilaciones absurdas!, con el objetivo de dejar en el olvido el ingreso de esos criminales a esta corporación.
Fue así como, cinco meses después de ese evento, el pasado 12 de octubre, Santrich volvió a ingresar al Congreso. Esta vez para sabotear la audiencia que adelantaban mis compañeros de bancada Edward Rodríguez, Santiago Valencia y Álvaro Hernán Prada. Dicha audiencia tenía como objetivo escuchar a las víctimas de las Farc, en relación con las nuevas circunscripciones de paz. Pero resultó asistiendo este señor, para decir a viva voz que está amnistiado. Hecho, que de por sí, es mentira.
Entonces, si las Farc no han entregado todas sus armas; no han devuelto todos los niños reclutados; no piensan reparar a sus víctimas con su exorbitante fortuna; aún tienen montada toda una organización criminal paralela bajo el nombre de “disidencias”, que continúa en el top del tráfico de estupefacientes mundial; y no se han sometido a la justicia para responder por sus crímenes, ¡¿por qué los están dejando entrar al Congreso?!
Esa Corporación representa a todos los colombianos. ¡Es el recinto de la democracia! Por eso es inadmisible que estos bandidos puedan entrar tranquilamente a amenazar a cuanta persona se oponga a su presencia allí.
Ahora, tras el debate generado en torno a estos hechos, se produjeron dos pronunciamientos. Desde la Presidencia de la Cámara prohibieron el ingreso de esos bandidos, pero desde la Presidencia del Senado permitieron su estadía en el recinto de esta Corporación, en una decisión completamente alcahueta con estos terroristas.
Sin embargo, el “balón” ahora está en el campo de la Policía Nacional. Sí, la misma entidad que queremos todos los colombianos y que sufrió en carne propia las atrocidades de las Farc. Ellos, tendrán que decidir si permiten que los terroristas, que atemorizaron y siguen atemorizando a millones de compatriotas, ingresen al Congreso sin haber pagado un solo día de cárcel.
Esto plantea un serio cuestionamiento sobre la solidez institucional de nuestra nación: ¿acaso permitiremos que nuestra democracia se vuelva complaciente con el narcotráfico y el terrorismo?
Como país hemos pasado por momentos difíciles, pero jamás hemos renunciado a nuestra dignidad. El pueblo colombiano puede llorar y sufrir, pero nunca renunciará a defender sus convicciones ni se dejará amedrentar por unos actores ilegales. ¡Somos un estado de derecho! Es por eso que le pregunto al Gobierno, al Congreso y a la división de la Policía que se encarga de la seguridad del Capitolio: ¿defenderán la institucionalidad como lo exige la Constitución y más de 48 millones de compatriotas, o permitirán que el Congreso se vuelva el recinto de las Farc?
Publicado: octubre 27 de 2017