Cuando uno en condición de ciudadano observa, como conducen esposado hacia la cárcel a quien fuera presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, ya no sabe en quien creer ni cuál será el futuro de la patria. Y cuando escuchamos a Musa Besaile Fayad decir cómo se compran los fallos judiciales para mantenerse en el poder y continuar saqueando al Estado, dan ganas de llorar ante la impotencia ciudadana y la realidad de nuestro poder público. Soy de quienes consideran que el excesivo presidencialismo, régimen y sistema imperante en nuestra Nación, es la causa de la corrupción. En el sistema presidencialista, el trámite legislativo tiene un costo: burocracia y contratos. Así, la voluntad de los partidos se pierde en los manteles de esos negocios, que vinieron siendo observados desde el otro lado de la Plaza de Bolívar por los guardines de la paz y el orden justo y que se corrompieron desde antes que Musa les pagara por sus decisiones.
Pongo hoy dos ejemplos. Qué pensarán los ciudadanos de Bucaramanga, que a diario salen de sus casas a producir el ingreso para soportar los gastos de vivienda, servicios públicos, alimentación, vestido y excepcionalmente aquellos que han logrado adquirir un carro para su movilidad o su trabajo, cuando sin consideración alguna, sin las mínimas garantías procesales, le caen como chulos unos tipos agresivos con unos instrumentos amarillos, inmovilizadores o “cepos” y le colocan uno en la llanta de su carro, por haber hecho una parada momentánea a dejar un hijo en el colegio, la abuela en la misa o en un paraje donde la movilidad no se afecta. Y qué decir en Floridablanca, de un carrito de propiedad de dos de las familias más ricas y poderosas de Santander, a quienes un alcalde amigo en 2011, les otorgo una licencia leonina, para que hasta la semana pasada persiguieran a los conductores de esa ciudad, para tomarles una foto y reportarla como contravención a la oficina del tránsito. Por fortuna esta semana se sintió alivio con la decisión del alcalde de ponerles tatequieto y reglamentar los desplazamientos del carrito.
Con causales o circunstancias de justificación o sin ellas, esta semana, en una de las plazas de mercado de Floridablanca, varios conductores se amotinaron frente al carro de las fotomultas y querían literalmente romperlo y agredir a su indefenso conductor. Y en pleno centro de Bucaramanga, un ciudadano al que le inmovilizaron su carro con un artefacto “cepo amarillo” se bajó con un martillo y un cincel en sus manos y destruyo el artefacto, alegando no tener para la comida de sus hijos, menos para darle de comer a los ladrones del Estado.
El rompimiento institucional como producto de la corrupción, puede derivar en desobediencia civil en masa. No lo están viendo todos los que ostentan el poder público. Creen que la ciudadanía no se está dando cuenta de los robos oficiales y de la ostentación de sus familias en los clubes sociales y en los colegios donde estudian los hijos de estos servidores del interés general, que continúan creyendo que sus padres son los amos y señores de los puestos y los contratos.
Publicado: octubre 17 de 2017