Colombia se viste de gala para recibir al Santo Padre Francisco. Como pueblo católico en su mayoría, esta visita genera muchos sentimientos.
Las personas comienzan desde días antes a prepararse, para escucharlo, verlo y ojalá tocarlo.
La devoción por el Papa, ha sido una constante del pueblo colombiano. Cada vez que alguno nos visita, y esta es la tercera visita de un Santo Padre al país, renacen las promesas, renacen los compromisos de vida, renace la esperanza en un mejor futuro para cada feligrés. Es como si llegara el Niño Dios, por eso es muy importante cada palabra, cada mensaje que diga no solo el Papa, sino quienes lo rodean, a los Colombianos.
Por primera vez esta visita del Papa, equivocadamente ha tomado un matiz político, desviando de cierta forma, lo que debería ser una visita pastoral. Comenzando con el gobierno, que nos tiene hasta la coronilla con el cuento que el motivo de la visita, es la Paz de Colombia.
Tampoco entiendo las manifestaciones de algunos miembros de la Iglesia respaldando esta posición, confirmando lo dicho por el gobierno.
Tengo mucha admiración por el Papa Francisco. El solo hecho de haber permitido juzgar y sancionar a curas pederastas es un gran paso, entre otros cambios que ha producido en la iglesia y en la manera de ver temas muy sensibles para cualquier sociedad.
Las víctimas pudieron expresar los abusos contra ellos. Así, éstas comenzaron a denunciar y es realmente sorprendente el número de violaciones sexuales proferidas a niños por parte de miembros de la iglesia.
Sin embargo, con todo el respeto, devoción y admiración, que le tengo no sólo al Papa Francisco, sino a la iglesia católica, creo que mezclar el tema de los acuerdos y la paz en un país absolutamente dividido, no es conveniente.
Escuché con mucho detenimiento el mensaje que envió el Santo Padre a Colombia. Pensé que me iba a emocionar con sus palabras, que sería una oportunidad para revisar muchas cosas de la vida, que ese mensaje espiritualmente llenaría el alma, que me llenaría de buena energía. Que llenaría de luz mi corazón.
Desafortunadamente, no fue así. Sentí un mensaje más político que religioso. El llamado a la reconciliación es muy importante, y eso es lo que todos queremos, pero que sea una reconciliación de verdad, que haga sentir al máximo número de personas satisfechas.
Esa no es nuestra situación. Existe un gran número de Colombianos, como lo demostró el irrespetado plebiscito, que queremos la paz, pero la queremos con justicia y verdad, que rechazamos la impunidad para los delitos de lesa humanidad. No aceptamos tampoco que un delito como el narcotráfico, sea considerado un delito conexo, después de todo el daño que ha causado a la humanidad y especialmente a Colombia.
Me extrañó que en su mensaje, no hiciera un llamado a que las Farc y todos los grupos terroristas devolvieran a los niños reclutados. Así mismo que no hiciera una reflexión sobre la cantidad de abortos cometidos a niñas y mujeres en las filas de la guerrilla. Esas son situaciones que siguen vivas en Colombia, a pesar del proceso de paz. No mencionarlas es olvidar un daño al alma de nuestro país.
Creo que el Papa no tiene la información completa, sino acomodada. Que no conoce al
Presidente Juan Manuel Santos y su capacidad de mentir y engañar a todos con tal de sacar sus propósito, buenos o malos adelante.
Sueño con que esta sería una visita pastoral, que iluminaría los corazones, que confirmaría a cada católico su devoción. Espero que así sea, a pesar de este primer mensaje. Tenemos tiempo.
P.D. Reitero mis respetos y devoción y admiración por el Papa, pero tenía que sacarme este nudo de la garganta.
Publicado: septiembre 6 de 2017