Grabación en la que Santos defiende a su gran elector, Bernardo “Ñoño” Elías y exige que no se le prejuzgue.
Para lograr su elección y, sobre todo su reelección, Juan Manuel Santos literalmente le vendió el alma al diablo, a través de su socio y amigo, el corrupto Roberto Prieto Uribe.
Como es sabido, la cuestionada empresa Odebrecht irrigó miles de millones de pesos a las campañas santistas, dinero sin el que seguramente Santos jamás habría ganado las elecciones. Así como Samper le debe la victoria a los dólares que le regaló el cartel de Cali, Santos se la debe, que se sepa, a Odebrecht, aunque existen informaciones muy delicadas que indicarían que hubo más aportes económicos a sus campañas que no se ajustaron a las normas legales.
Sobre los senadores Bernardo Ñoño Elías y Musa Besaile, ha existido cuestionamientos desde hace mucho tiempo. El crecimiento exponencial de sus resultados electorales, pasando de ser unos congresistas con poco respaldo para convertirse en los grandes electores del país.
La estadía de Ñoño y Besaile en el capitolio ha sido gris. No se les conoce un solo debate de trascendencia, ni una intervención memorable. De hecho, son parlamentarios que no hablan. Pasan de agache y casi nunca asisten a las sesiones. Ellos, justifican su labor alegando que su papel en el legislativo se concentra en “hacer gestión para que se ejecuten las inversiones en sus regiones”. Aquella es la fórmula decorosa de presentar la estructura criminal y corrupta que ellos tenían.
Lo cierto es que entre Musa Besaile y Bernardo Elías sumaban 285 mil votos, los cuales resultaban fundamentales para que Santos, que había sido derrotado en la primera vuelta de 2014, pudiera ganar su reelección.
La victoria dependía de dos factores: el dinero de Odebrecht y los votos de los Ñoños. Y para lograr esos dos elementos, Santos puso todas sus esperanzas en su gerente, Roberto Prieto quien se puso manos a la obra, atendiendo personalmente actos políticos convocados por el hoy detenido senador Bernardo Elías.
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Una de las condiciones que pusieron los Ñoños para respaldar abierta y decididamente la reelección del presidente fue, precisamente, que el gobierno les reconociera legitimidad. Y Santos, necesitado de esos votos, no tuvo ningún problema en hacerlo.
En una entrevista radial, el director de La Luciérnaga, Gustavo Gómez le pidió al presidente de la República que dijera directamente que no aceptaba el respaldo de los senadores Elías y Besaile. Ante aquella solicitud, Santos, en todo airado y evidentemente molesto, le respondió al periodista diciéndole “Usted por qué los condena. ¿Ellos [Elías y Besaile] han hecho algo que la justicia les reclama, han hecho algo indebido? Si ellos se han robado un peso, que se pudran en la cárcel”.
El periodista Gómez insistió, al preguntarle: “¿Recibe el apoyo [de Elías y Besaile]?”. Santos, sin dudarlo, afirmó que “claro que recibo el apoyo. Pero, ¿por qué los condena de antemano? Mire, en esto quiero que quede muy claro frente a algo en lo que ustedes [los periodistas] han sido bastante injustos: los congresistas no han recibido un solo peso de los proyectos que se han hecho en todo el país. Ellos no son los que reciben la plata… Uno no puede condenar a una persona que no ha hecho nada ilegal, eso no creo que sea lo más justo”.
El tiempo se ha encargado de demostrar que Santos mentía y que el periodista Gustavo Gómez tenía toda la razón al hacer el cuestionamiento frente al respaldo de los Ñoños. La justicia tiene suficientes evidencias de que, en el caso de Bernardo Elías, sí hubo robo de dinero.
Este es un caso de simbiosis corrupta. Santos pudo ser presidente de la República, gracias a los miles de votos de los Ñoños y éstos, a su vez, han podido enriquecerse fabulosamente, por cuenta del “cariño” que les ha dado el gobierno, entregándoles el control de importantes entidades descentralizadas, como es el caso de Fonade.
Publicado: septiembre 5 de 2017