Al papa Francisco le llueven compromisos y uno no sabe si él mismo hace la agenda de sus viajes o, como lo imponían desde la edad media, su orden religiosa o la burocracia vaticana, actuaban como alter ego, el poder detrás del trono. No por este secreto Su Santidad Bergoglio, hincha del equipo de fútbol San Lorenzo, deja de ser un personaje del mundo político y popular. Al llegar a Colombia tendría que estar más de parte de la ecología que de la ideología.
Su presencia entre el 6 y el 11 de septiembre servirá para evaluar en pesos, los efectos de su visita. El general vicepresidente Oscar Naranjo informó que el “Jefe del Estado Vaticano”, le costará al erario público de la nación 28 mil millones de pesos. Reforzarán a Medellín y Bogotá con 6 mil millones cada una y a Villavicencio y Cartagena con 5 mil millones respectivamente.
Calculan los empresarios de la capital y lo economistas de planeación que el papa moverá 190 mil millones de pesos en Bogotá. Por supuesto que los tres “papamóviles” darán lustre al mercado de Chevrolet y habrá millones de donantes, más pobres que ricos, lo cual permitirá a la iglesia colombiana aportar 8 mil millones para el evento.
Como se trata de medir macroeconómicamente al Papa Francisco, será un magisterio espiritual para 700 mil turistas internos, o sea que provendrán del entorno cundinamarqués, y 28 mil extranjeros. El gasto probable de los turistas será de 90 mil millones, en los sectores hotelería, transporte, alimentación, artesanías, etc. El Papa, desde este punto de vista es medible, cuantificable, lo mismo que el comercio o los bancos.
Sin embargo el pontífice tiene otras facturas por cobrar. Se trata de su misión política, negada por la iglesia colombiana y por el Nuncio Apostólico, equivalente a Embajador de la Santa Sede. El gobierno de Santos pretende legitimar el Acuerdo de Paz con las Farc. Y nada mejor que el máximo jefe de la religión católica, mayoritaria en este país. El Papa Francisco cambiará, temporalmente, su piel de sacerdote y se investirá de rey, de Jefe de Estado de una monarquía enquistada en la ciudad de Roma, capital de una república, Italia. En el patio de armas y con el Batallón Guardia Presidencial, Francisco escuchará a un presidente que es campeón mundial en mentiras y engaños. Un aire de tempestad moderada anestesiante se volcará sobre los peregrinos visitantes y locales.
Francisco volverá a usar la venerada toga de pastor de almas en Villavicencio. Les pedirá a las víctimas que actúen con perdón y reconciliación. Y para cerrar el telón, Su Santidad se reunirá con el Secretariado de las Farc. Muchos de sus guerrilleros son creyentes. Entonces desfilará un contingente, que recibirá la bendición papal con regocijo del recién liberado del pecado, del mal. Y lo harán con sinceridad campesina unos y con la malicia zurda otros.
Las multitudinarias concentraciones en las cuatro ciudades serán una comprobación de la popularidad de Francisco, el papa argentino. La política también se hace con las religiones. Un avión desde el aeropuerto de Cartagena, lo llevará a su santa sede. Se nota que el Papa viaja, pero también cede. Y concede.