La masa amorfa que crearon Fajardo, Robledo y Nayibe es espeluznantemente parecida al movimiento que condujo a Chávez al poder.
La alianza radical de izquierdistas disfrazados de moderados que pactaron la cuestionada Claudia Nayibe López, Sergio Fajardo y Jorge Robledo, obliga a que los sectores de centro derecha de la política colombiana evolucionen en un entendimiento previo a las elecciones de congreso y la primera vuelta presidencial, para hacerle frente a ese grupo.
De acuerdo con las encuestas hasta ahora reveladas, la opinión pública tiene una marcada tendencia hacia la izquierda, pues los precandidatos de aquel lado del espectro ideológico puntean en los sondeos.
La banda terrorista de las Farc genera resistencia en amplios sectores, pero paradójicamente no sucede lo mismo con los dirigentes políticos que tienen alguna afinidad ideológica con ese grupo delincuencial.
Es evidente que la corrupción que se registra en todos los ámbitos nacionales ha producido un descontento frente a la clase dirigente nacional y a los políticos tradicionales. Ante esa tragedia, los discursos demagógicos y efectistas como el de Claudia Nayibe López tienen acogida en segmentos que no son necesariamente de izquierda.
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Tanto la López, como Fajardo y Robledo, saben que solos no pueden alcanzar la victoria, pero unidos se pueden convertir en una alternativa no solo para la presidencia, sino para la promoción de listas en el senado y la cámara de representantes.
Planteando un discurso de “centro” lograrán embaucar a más de un desprevenido, seducir a muchos apáticos y atraer a electores jóvenes. Son muchos los factores que juegan a favor de ellos.
Pero nadie puede llamarse a engaños. La cacareada alianza de Robledo, López y Fajardo es una coalición de izquierda que emplea un discurso populista y engañoso, puramente emocional e irresponsable.
Enarbolan la bandera de la lucha contra la corrupción, cuando uno de los integrantes de ese grupo, Sergio Fajardo, no ha respondido por los muchos escándalos en los que se vio inmerso durante el ejercicio de los cargos de alcalde de Medellín y de gobernador del departamento de Antioquia.
Algo similar sucede con la intemperante y agresiva Claudia Nayibe López, quien de manera muy extraña y acudiendo a maniobras poco diáfanas logró tumbar una sanción que en 2005 le impuso el contralor de Bogotá, por malos manejos presupuestales cuando se desempeñó como directora del departamento administrativo de acción comunal de Bogotá, durante la primera alcaldía de Enrique Peñalosa.
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Sobre Jorge Enrique Robledo es mucho lo que puede decirse. Su trayectoria pública ha puesto en evidencia su talante e ideología de izquierda radical. Enarbolando un discurso económico caduco y peligroso, un eventual gobierno suyo pondría en grave riesgo la estabilidad nacional, empezando por la inversión extranjera en nuestro país.
Aquella unión, que presentan como una alianza de distintos matices es, en realidad, una trinca. Los integrantes de la misma son exponentes de un mismo discurso y de unas ideas de izquierda que ahora pretenden mimetizar mostrándose como “independientes”.
Cuando Hugo Chávez comenzó su carrera por la presidencia de Venezuela, hizo exactamente lo mismo. Se exhibió ante los electores como un candidato antisistema, un crítico feroz de la corrupción y un demócrata desapasionado que simplemente pretendía sanear la política venezolana.
Cuando llegó al poder, desnudó su verdadera naturaleza. Era un lobo con piel de lobo, más corrupto que los políticos tradicionales de su país y un tirano que despreciaba los valores democráticos. La masa amorfa que crearon Sergio Fajardo, Jorge Robledo y Claudia Nayibe López tiene un espeluznante parecido al movimiento que en mala hora condujo a Chávez a la presidencia de Venezuela.
Publicado: septiembre 20 de 2017
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