Y sucedió lo que todo el mundo veía venir: que el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump amenazó a la administración de Juan Manuel Santos con descertificarla por los nulos resultados que ha mostrado en la lucha contra las drogas.
Pero, equivocadamente, el gobierno de Santos salió a abrirle los ojos a Washington y a utilizar comentarios estúpidos como que “nadie tiene que amenazarnos para enfrentar este desafío”.
Las cifras hablan por sí solas y llegan a una conclusión demoledora: Colombia es un mar de coca, así la Casa de Nariño y sus medios de comunicación lambones digan lo contrario.
El 90% de la cocaína que se consume en Estados Unidos sale de Colombia. Y desde 2013 la producción de droga en nuestro país creció en más del 200%, de acuerdo con cifras del Departamento de Estado.
Esos datos son verídicos, así nos duelan y una eventual descertificación nos afecte a todos. No se puede ser tan conchudo, presidente Santos, como para pensar que la producción de droga no iba a crecer con las bellezas que usted ha hecho a lo largo de sus malhadados siete años de gobierno.
Todo el mundo sabe que el jefe de Estado colombiano negoció un proceso de paz con la organización narcotraficante más grande y temida del mundo: la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, más conocida en el mundo del hampa y del terrorismo como las Farc.
Entonces, como el gobernante no se podía dar el lujo de que las Farc se le pararan de la mesa de negociación que se instaló en La Habana, le tocó agachar la cabeza en todas las exigencias de los terroristas.
Una de esas exigencias, y tal vez la más delicada, fue acabar con las fumigaciones con glifosato. Para llegar a esa disparatada decisión, el gobierno de Santos se inventó el mentiroso cuento de que ese herbicida era peligroso para la salud de los seres humanos.
Y el cuento es falso porque a esa conclusión no ha llegado ninguna reconocida organización del mundo relacionada con la salud. O tal vez sí: una que otra Organización No Gubernamental mamerta que no saben cómo ayudarles a las guerrillas.
Terminada la fumigación con glifosato, la producción de droga se disparó en el país y las arcas de los narcotraficantes, y desde luego de las Farc y del Eln, se llenaron como nunca antes en la historia.
Pero a la Casa de Nariño poco o nada le importó esa situación. Lo clave en realidad para Santos y sus marionetas era seguir adelante con la farsa con “Timochenko” y sus secuaces.
Adicional al tema de la fumigación, Estados Unidos no debe estar muy contento de ver cómo los peores narcotraficantes del mundo –es decir, los terroristas de las Farc– andan orondos por Bogotá creyéndose políticos y aspirando a la Presidencia de la República.
A Santos parece que no le han recordado que todos los más importantes cabecillas de las Farc están solicitados en extradición por autoridades de Estados Unidos y por delitos relacionados con narcotráfico.
A diferencia de Colombia, donde algunos magistrados venden sus sentencias, en territorio estadounidense la justicia sí vale y se respeta. Tanto, doctor Santos, que ni siquiera sus ruegos y lagartadas sirvieron para que fuera liberado esa joyita de narco que se hace llamar “Simón Trinidad”.
Allá, en Estados Unidos, tienen muy claro que a los terroristas hay que combatirlos y que con ellos no se puede negociar, menos cuando el objetivo es un Premio Nobel de Paz (¿aló, presidente Santos, me copia?
Luego de conocerse la amenaza de Trump, en un soso y falaz comunicado el gobierno colombiano afirmó que “durante más de 30 años Colombia ha demostrado su compromiso –pagando un muy alto costo en vidas humanas– con la superación del problema de las drogas”.
Del anterior entrecomillado quiero destacar la frase que está en el paréntesis: “pagando un muy alto costo en vidas humanas”.
Nada más falso que eso, presidente del 13% de los colombianos. Los muertos los puso la sociedad colombiana en muchos gobiernos diferentes al suyo. Que yo sepa ni don Guillermo Cano ni Luis Carlos Galán ni Rodrigo Lara fueron asesinados durante su gestión. Esos tres (y muchos más) sí son héroes. Esos tres (y muchos más) se sentarían a llorar al ver cómo Colombia terminó arrodillada ante una horda de terroristas.
P.D.: A todas estas, doctor Santos, ¿de qué le sirvió el Premio Nobel de Paz? Veamos: 1) El mundo enteró supo que usted lo compró a los noruegos que lo conceden con contratos petroleros. 2) Con la inmerecida distinción, su excelencia no pudo despegar en las encuestas, tema que a usted lo atormenta por aquellos problemas de ego. 3) El papa Francisco no se refirió el premio durante su visita a nuestro país. 4) Y ahora Trump quiere descertificarlo y de paso ponernos a todos los colombianos como potenciales narcos.
A ese paso, presidente, es mejor que devuelva el premio. ¡Qué sal tan brava le cayó con el tal galardón!
Publicado: septiembre 15 de 2017