Análisis de Camilo Rubiano Becerra
John F. Kennedy, en uno de sus más importantes discursos dijo: «Es el tiempo de las nuevas generaciones de líderes, para que enfrenten nuevos problemas y nuevas oportunidades. Porque hay un nuevo mundo por conquistar»
Ese mensaje de JFK, hoy se debe tener más que en cuenta. El cáncer de la corrupción que hoy nos ataca ya cooptó a todos los rincones del Estado, como lo deja ver el reciente caso de los tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia. Esto no es nuevo; la corrupción en Colombia durante el gobierno Santos, ha crecido casi un 600%. En el año 2005, este problema le generaba un costo al país cercano a los $3.9 billones y hoy en día le cuesta al país casi $50 billones de pesos, según el informe de Transparencia por Colombia.
En la última encuesta de Transparencia Internacional, Colombia ocupa el puesto 90 entre 176 países. Cerca del 83% de los colombianos, piensa que el país está empeorando en la lucha contra este grave problema, así el Presidente diga que su gobierno es el “más transparente”.
Contrario a lo dicho por el primer mandatario, su gobierno ha sido muy laxo y lleno de escándalos de corrupción. Por ejemplo, en esta administración han sido normales los contratos con familiares de ministros; también hemos visto cómo varios miembros del gabinete han actuado en pro de las actividades empresariales de sus familias y en estos últimos días, el país despertó con la noticia de que el gerente de la dos campañas de Santos, Roberto Prieto, recibió dineros de Odebrecht adicionales a los aportados a la campaña presidencial.
Como consecuencia, en el país debe haber un cambio total. La impunidad no puede seguir campante; no es posible que de los casi 2000 casos de corrupción ocurridos el año pasado, sólo el 25% de los responsables estén en la cárcel.
Es por esto, que en el país debe haber una renovación obligada en nuestros líderes. Las elecciones del 2018, son especialmente importantes, Colombia tiene la oportunidad de castigar a los politiqueros y darle la oportunidad a nuevos líderes que quieren hacer de la política un verdadero servicio público.
Líderes que construyan todos los días credibilidad, que a través del trabajo disciplinado y los debates preparados, le demuestren al país que sí puede haber políticos comprometidos con el interés general y no particular.
En conclusión, nuestra generación tiene el deber de luchar por una renovación y el país entero tiene la obligación de acompañarlos en esa lucha.
¡No más de lo mismo!
Publicado: agosto 22 de 2017