La administración de Juan Manuel Santos puede darse el lujo de ser la más contradictoria del mundo. Ahora, para sumarse al merecido coro internacional contra el gobierno de Venezuela, le dio por declararse enemigo del régimen dictatorial y asesino de Nicolás Maduro.
Aquí entre nos, doctor Santos: no sea carretudo. No piense que en Colombia todos somos bobos. Para su información, le cuento que los colombianos de bobos tal vez solo tenemos la cara. Nada más.
Y las pruebas están al canto.
En una época usted se autoproclamaba como el antichavista número uno del planeta. Recuerdo que en sus columnas de El Tiempo, hace ya muchos años, usted decía que Hugo Chávez era una amenaza para la región, cosa por demás que era cierta.
Pero el 10 de agosto de 2010, solo tres días de posesionarse como presidente de Colombia, a usted le dio por irse para Santa Marta y abrazarse con Chávez, no obstante que tres semanas atrás el gobierno de Álvaro Uribe había denunciado con pruebas en la OEA que el Palacio de Miraflores les daba cabida en Venezuela a los terroristas de las Farc y del Eln.
Pocos meses después de esa salida en falso, usted se apuntó una frase de esas que quedarán enmarcadas para la historia de la infamia. Dijo que Chávez era su nuevo mejor amigo. Y vaya que no mintió porque ese, su nuevo mejor amigo, se había convertido en pieza clave en el proceso de paz con las Farc.
Con la muerte de Chávez -marzo de 2013-, su sucesor, Nicolás Maduro, siguió siendo su mejor amigo, para infortunio de Colombia. Ese sujeto -Maduro-, durante años, se dio el lujo de mandar en la mesa de negociaciones de La Habana entre su gobierno -el de Santos- y la guerrilla.
Doctor Santos: acuérdese la encartada y las vaciadas que su señoría tuvo que soportar cuando recibió en la Casa de Nariño al dirigente opositor Henrique Capriles, y acuérdese también que para evitar la furia de Maduro usted se resistió a reunirse con la hermosa Lilian Tintori cuando en mayo de 2016 estuvo de visita en nuestro país. A una dama no se le hace eso, doctor Santos, y usted eso lo sabe muy bien.
O nos va a negar, señor Nobel de Paz, que usted no fue capaz de defender los intereses de Colombia cuando el delincuente de Maduro sacó el año antepasado de Venezuela a varios centenares de inermes colombianos con el cuento infame de que eran narcotraficantes y paramilitares.
Así las cosas, señor presidente del 13% de los colombianos, no nos venga ahora con el cuento de que solo recientemente se vino a enterar de que Maduro era un bárbaro.
Si alguien conocía y conoce la laya de ese mequetrefe es usted. Pero en su afán por entregarles nuestro país a las guerrillas, usted se sometió a cualquier tipo de humillaciones. Su excelencia siempre se murió de miedo de que eventualmente Maduro les dijera a los «chicos malos» de “Timochenko” que dieran por terminado el proceso de paz de Cuba.
O si no mire, doctor Santos, lo que usted hizo con tres personas llamadas Lorent Enrique Gómez Saleh, Gabriel Valles y Walid Makled.
Los dos primeros son dos jóvenes activistas venezolanos retenidos en Colombia. Ambos luchaban contra el régimen de Maduro y usted se los entregó al tenebroso dictador para tenerlo contento.
Las madres de los dos muchachos, que entre otras cosas poco afecto sienten por su persona, han dicho que sus hijos han sido sometidos a indescriptibles torturas y que temen por sus vidas.
Y Makled es un viejo conocido de autos. Es un narco capturado en nuestro país que dijo que si él contaba todo lo que sabía de la relación entre el gobierno de Caracas y el narcotráfico, Estados Unidos de inmediato invadiría Venezuela. De inmediato usted, para lamberle a Maduro, optó por extraditarlo a Venezuela y no a Estados Unidos, como era su deber y lo correcto.
Ahora usted, presidente Santos, se rasga las vestiduras con las recientes capturas de los héroes venezolanos Leopoldo López y Antonio Ledezma. Le recuerdo que los dos ya habían pagado cárcel injusta y ni usted ni su gobierno ni su canciller María Ángela Holguín dijeron una palabra por temor a las rabietas de Maduro.
En síntesis, doctor Santos, usted le está repitiendo actualmente a Maduro la misma dosis que le aplica a todo el que se le arrima creyendo ser su amigo: la traición y la deslealtad. Ya el dictador venezolano no le es útil porque las Farc le firmaron el proceso de negociación, y el Premio Nobel de Paz ya está en su vitrina de ambiciones y sobre todo de frivolidades.
Publicado: agosto 4 de 2017