Los amigos de Teodora actúan en silencio, con argucia. Su bajo perfil es sibilino, sinuoso y cómplice de horrores inenarrables.
Para bien de la moda universal, la mayoría de ellos no usa turbante. No obstante, tienen pegado en su ADN el odio que supura la caduca “lucha de clases”, que todavía se manifiesta, en los poquísimos países del continente donde se ha aplicado la ideología marxista hasta sus últimas consecuencias, a través de una espiral de violencia y sin razón que ya no tiene cabida en un mundo cada vez más conectado e interdependiente.
Estos tipos no caben en ninguna democracia, porque cuando se les abre la puerta, no dudan en arrasar con la riqueza, la libertad y los valores de la sociedad. El caso de Venezuela es diciente; lo que está pasando en Colombia no debe desconocerse. Hay que frenar a los aliados criollos de los castro-chavistas en las urnas, cerrarles los espacios con votos a favor de nuestros hijos y su futuro inmediato.
¡Debemos ser contundentes! Porque los amigos de Teodora actúan en silencio, lejos de las cámaras, con argucia. Saben muy bien lo que hacen. Su bajo perfil es sibilino, sinuoso y cómplice de horrores inenarrables.
No entienden de vida después de la muerte ni de leyes. A ellos el único lenguaje que les suena interesante es el de la tortura y las balas; el del narcotráfico y la descarada ostentación; el del poder sin humanismo. Son criminales que quieren “transformar” nuestra América Latina, a pesar de estar viviendo su agonía como foro ideológico.
Les gusta atacar por la espalda, o en el mejor de los casos, amarrando a sus víctimas, colocándolas de rodillas y ultimándolas con tiros de gracia que estallan en la nuca, pasando por la garganta: muertes mudas, que se multiplican por centenares en la tierra del Libertador. Hace 50 años sucedió lo mismo en Cuba.
Con la ayuda de Dios y la firme voluntad de los colombianos, eso nunca ocurrirá en el país del Sagrado Corazón de Jesús. Porque somos millones los que sin necesidad de asesinar ni traficar cocaína, estamos dispuestos a darlo todo para evitar una tragedia como la venezolana. Ningún ser humano racional está de acuerdo con los desmanes de la dictadura de los amigos de Teodora.
A propósito, ¿por qué tanta presión sobre nuestros militares? Quien se opone a los designios supremos de un gobierno amoral, ¿debe ser llamado a calificar servicios de forma inmediata? La labor de nuestros uniformados merece mucho más que el desprecio de un dirigente déspota y lejano.
Las voces de numerosos oficiales se han hecho sentir en algunos medios de comunicación. Se sienten aplastados y confundidos con la paz de este gobierno sin principios. Dentro de las filas, muchos no saben qué más hacer. Su silencio garantiza el sueldo y el futuro de sus familias, pero es evidente que su honor ha sido pisoteado. ¿Ya les pidieron perdón las Farc a las Fuerzas Armadas? Todavía no, por supuesto. No podemos esperar milagros, pero seguro llegará la “paz”…
Nuestra solidaridad con los jóvenes Libertadores de Venezuela del siglo XXI, muchachos que apenas se asoman a la vida, herederos de lanceros y soldados desnudos, héroes que hoy enfrentan el hambre diaria y la alevosía psicópata de un régimen abyecto, que hace mucho rato ha debido dejar de existir.
Que lo sepan los organismos que defienden los Derechos Humanos: quienes se están jugando la vida en las calles de Caracas, Mérida, Táchira, Zulia, Lara y tantos otros estados patriotas, no tienen derecho a ser atendidos en los hospitales, pues el régimen y las ráfagas de metralla de las “avispas negras”, motorizados armados hasta los dientes entrenados por los cubanos, han intimidado a la sociedad de un país que quiere renacer. No hay libertad en Venezuela, sólo muerte.
Con todo respeto: Estamos ad-portas de un conflicto global, cuyo epicentro es Venezuela. Colombia debe alistarse. No es un chiste lo que se viene encima. Que la comunidad internacional se una, vuelva sus ojos a esta parte del mundo y actúe. No queda otra salida.
“Ante una infamia es vil guardar silencio, y es digno rebelarse y combatirla.« Arturo Pérez-Reverté.
Publicado: agosto 9 de 2017