Tristemente se está viendo la presencia de yihadistas extremos que cruzan las fronteras con facilidad, amparados por los Derechos Humanos.
Desde los últimos años del siglo XX, la presencia del terrorismo islámico en Occidente es cada vez más temeraria. Esta situación es, para muchos, consecuencia directa del abandono de las raíces cristianas por parte de las sociedades más avanzadas; retrato de un mundo agnóstico, alejado de Dios.
Todo aquello que, a pesar de su humildad, era considerado lo más importante de la vida, hoy es visto como algo pasado de moda: familia tradicional, celebraciones religiosas, educación en valores, etc.
En la práctica, el poder se ha divorciado de la Fe, para amancebarse con los Derechos Humanos, obra maestra de la diplomacia mundial, que no es nada diferente a una colección de principios avalada, en teoría, por todas las tendencias ideológicas.
Quien acepta esta condición, actúa de forma correcta, recibe premios, aplausos, moja prensa e ingresa en el mosaico de personalidades que conforman el jet set internacional.
Sin embargo, no todo es color de rosa. Porque si bien es cierto, dentro de las directrices que fijan los Derechos Humanos la libertad de cultos o el derecho que todo ser humano tiene de profesar la religión que desee o haya heredado, está claramente explicado, este principio no se aplica de la misma manera en los diferentes rincones del mundo.
Me explico: si usted es cristiano, con seguridad no tendrá ningún problema en mostrar los símbolos de su creencia en cualquier país de Occidente; pero créame, no será bien visto, e incluso puede tener problemas con las autoridades, si se encuentra de viaje en un país donde el Islam se practica ortodoxamente.
Es curioso, mientras en Occidente las expresiones religiosas diferentes al Cristianismo tienen la posibilidad de contar con lugares específicos para desarrollar sus ritos y cultos, se ha vuelto normal perseguir, en cualquier parte del planeta, a quienes creemos en Jesucristo y en los valores que Él representa.
Se supone que países como Inglaterra, Francia o España, poseedores de una cultura rica, madurada a lo largo de los siglos, deberían contar con líderes más conscientes de tan elevada herencia…
Para desgracia de muchos, ello no ocurre en numerosas ciudades. Tristemente, lo que se está viendo en no pocos lugares, es la fuerte presencia de yihadistas extremos que cruzan las fronteras con facilidad, amparados por los Derechos Humanos, aprovechando de este modo la generosidad migratoria de numerosos países.
Van dos perlas: luego del feroz ataque terrorista del radicalismo islámico, ocurrido en Manchester en Mayo pasado, el alcalde Andy Burnham, activista gay y miembro del partido laborista británico, declaró estar “destrozado por los hechos”, y remató diciendo: “los atentados eran parte de las grandes ciudades; y los ciudadanos deberíamos acostumbrarnos a ellos.”
En Barcelona, magnífica capital catalana, la alcaldesa Ada Colau, no cumplió la directiva emitida por las autoridades del gobierno de España, que ordenaba instalar medidas disuasorias en los paseos peatonales y plazas principales de las grandes ciudades ibéricas.
Esta alcaldesa, al igual que la señora Manuela Carmena en Madrid, las dos apoyadas por la izquierda extrema, se opuso a cumplir la directiva antes mencionada, en aras de respetar la libertad; la libertad de los asesinos, por supuesto. Resultado: 15 muertos y más de un centenar de heridos en “Las Ramblas”.
Hoy los apoderados de las víctimas demandarán a la ciudad condal; seguramente la alcaldesa Colau será imputada en procesos penales. Por su parte, la yihad avanza y prepara su próximo ataque.
Un detalle para tener en cuenta: dado que los tres alcaldes mencionados son pro-gay y pro-comunistas, la prensa en lugar de reflejar las voces de millones de personas que exigen la renuncia de estos funcionarios, ha decidido mostrar imágenes donde dolor y muerte son protagonistas.
Con todo respeto: Otro sería el cantar si los alcaldes de las ciudades víctimas de estos sangrientos atentados, pertenecieran a partidos de centro-derecha. En Occidente, la izquierda radical y sus micrófonos, esos que impulsan la peligrosa “tolerancia” que tanto vende, se han convertido –ojalá que sin quererlo-, en aliados tácitos del terrorismo islámico. La yihad ataca de nuevo.
«Tanto va el cántaro a la fuente (al agua) que al final se rompe.” (Refrán popular)
Publicado: agosto 23 de 2017