Maniobra audaz por medio de la cual un jugador sacrifica su dama haciendo caer al contrincante en una trampa fatal.
Mi padre era bastante aficionado al ajedrez y tenía en su biblioteca una interesante colección de libros sobre el tema. Uno de ellos llamaba mi atención, cuando yo era niño, por su título, que me resultaba algo extraño:»El Gambito de Dama».
Tiempo después supe de qué se trataba. Es una maniobra audaz por medio de la cual uno de los jugadores sacrifica su dama haciendo caer a su contrincante en una trampa fatal. Se pierde la pieza más importante del juego para luego desatar una avasalladora guerra de posiciones que garantiza el triunfo el arriesgado contendor.
Es lo que hicieron los jugadores de las Farc al firmar el mal llamado Acuerdo Final para una paz estable y duradera con el tahúr Santos. Entregaron unos frentes y varios miles de armas, sin garantía de que ahí estuvieran todos sus recursos humanos ni todo su arsenal, a cambio de un sinnúmero de prebendas que les darán una contundente posición de privilegio en el escenario político colombiano.
No entraré en el detalle de las mismas, que es algo que he mencionado en escritos anteriores y de lo que se han ocupado otros conspicuos comentaristas de nuestra actualidad. Diré solamente que el solo listado de las mismas es espantoso a más no poder. A mis discípulos, al recomendarles la lectura de ese Acuerdo Final, les he advertido que hace parte de la literatura de terror.
A raíz de un interesante escrito de Luis Fernando Gutiérrez Tobón sobre «La Máxima Urgencia Nacional», Eugenio Fabián Moreno, un distinguido jurista nariñense que hubo de acogerse a la hospitalidad de los Estados Unidos a raíz del deterioro de la seguridad en su departamento, hizo unos comentarios que conviene traer a colación aquí.
Le cedo el uso de la palabra:
«Para Luis Fernando Gutiérrez Tobón:
«Al leer su escrito titulado “Máxima Urgencia Nacional”, me doy cuenta que usted describe la desesperanza, la amargura y la confusión de la mayoría de los colombianos, producto de las acciones del gobierno del Presidente Santos y su proceso de paz con las Farc. Ante esa situación usted pregunta: ‘¿Qué hacemos para crear un paisaje despejado, que mejore nuestra forma de vida?’
«La respuesta a su pregunta es sencilla, pero infortunadamente, como alguien dijo, “las cosas sencillas son las más difíciles de entender”. Yo he venido proponiendo la respuesta a esa pregunta, como solución al problema planteado, desde hace mucho tiempo, al uribismo, al partido CD y al público en general. Pero tal parece que nadie toma en serio lo que propongo o, más posiblemente, nadie lee lo que escribo.
«La síntesis del problema es que el gobierno del Presidente Santos y su proceso de paz no respetaron ninguna regla de juego; es decir, no obedecieron a la Constitución. Por lo tanto, ya no hay reglas de juego válidas. De aquí en adelante se impondrá la voluntad de quienes crearon el llamado Acuerdo de Paz, a su total y absoluto arbitrio.
«En consecuencia, el problema inmediato y a futuro no es quién gobierne al país de una u otra manera; pues, todo da igual. En las actuales circunstancias no interesa quién propone un mejor sistema educativo, o más o menos inversión privada, o mejor infraestrucura, o mejor salud, etc. Todo esto son asuntos de gobierno, es decir, jugadas en la política.
«Pero como el problema no es de Jugadas sino de Reglas de Juego, cualquier candidato presidencial, lo mismo que cualquier candidato al Congreso, de las próximas elecciones, debe plantear propuestas de Reglas de Juego, no de Jugadas. De esta manera, por la vía de las elecciones evitaríamos una futura guerra civil o una situación similar a la que actualmente padece Venezuela.
«Naturalmente que mi planteamiento implica que el próximo gobierno sea tan solo temporal, como un medio para producir las condiciones necesarias para que el constituyente primario establezca las reglas de juego del acceso y ejercicio del poder, dándose su propia Constitución.
«Si los electores, por mayoría, eligen como próximo Presidente a quien les hubiese prometido que él o ella cesará en sus funciones cuando la misión de institucionalizar el país se haya realizado (cuando la nación tenga su Constitución), naturalmente que esa persona tiene que dejar su cargo. Solo entonces, ya con reglas de juego aprobadas por el constituyente primario, podrán presentarse candidatos planteando jugadas, es decir, programas de gobierno.
«Ahora, cualquier propuesta de programa de gobierno no significa otra cosa que adhesión al Acuerdo de Paz firmado entre Santos y las Farc. Por eso, si entre los candidatos a las próximas elecciones presidenciales no se presenta alguien que se abstenga de plantear Jugadas y, en su lugar, plantee la manera democrática de establecer las Reglas de Juego, yo no apoyaré a candidato alguno. Es más, renunciaré a la afiliación al único partido político que se creó después de las elecciones de 2014; pues lo consideraré traidor a la causa.»
Comoquiera que alguno de sus lectores observó una aparente afinidad entre esta propuesta y la de las Farc sobre una asamblea constituyente, Moreno respondió:
«Lo que yo planteo es completamente diferente a lo que plantearon y lo que puedan plantear las Farc en el futuro.
«Las Farc ya no están interesadas en constituyente alguna, porque con la actual constitución, que es un rey de burlas para ellas y para el gobierno actual, les basta y les sobre para hacer lo que se les antoje. Si ya la constitución no es respetada por quienes ya están en el poder (las Farc), ¿no es necesario que la nación se dé una constitución para que los gobernantes dependan de ella y no de grupo alguno que haya llegado al poder por un consenso al que la nación se opuso cuando votó NO el 2 de octubre?
«Mas aún: No debemos expedir una constitución de la manera como lo hemos hecho en Colombia, y en todos los países latinoamericanos; es decir, a través de partidos y movimientos políticos que no representan a los electores. Esa clase de constituciones son realmente Cartas Otorgadas, no constituciones; pues los partidos y grupos políticos que intervienen en esa expedición otorgan su constitución, es decir, las reglas que ellos han convenido para ejercer el poder, a la sociedad civil.
«Una verdadera Constitución se expide por los representantes de los electores. Esta representación se consigue cuando la sociedad civil se divide en distritos electorales, cada uno de los cuales elige tan solo un representante. Si el distrito electoral elige más de un representante, la representación queda destruida automáticamente. Y cuando son expedidas sin representación, en realidad las constituciones son tan solo cartas que los partidos políticos, de acuerdo a su propia conveniencia, otorgan a la sociedad civil.
«Cuando la que hay es una carta otorgada en lugar de Constitución, las reglas que la misma contiene son cumplidas por quienes ejercen el poder tan solo hasta que les conviene a quienes la otorgaron; pero cuando ya no les conviene, simplemente las dejan de cumplir y los otorgantes hacen lo que les da la gana, o simplemente abren otro proceso para otorgar otra carta.
«Cuando yo hablo de que la Nación se dé su propia constitución, estoy hablando de una constitución verdadera, no de una carta otorgada. Y estoy seguro de que si las Farc propusieran una constituyente, tan solo se trataría de un medio para que ellas otorguen una carta a la sociedad colombiana y, lógicamente, las beneficiarias de tal proceso tan solo serían las Farc y los grupos políticos que participaran en tal proceso; que, como están las cosas, serían la mayoría de partidos políticos, o todos, los que participaron en el proceso de paz.»
«Para mejor entendimiento de lo que planteo, sugiero la lectura de libro de Antonio García Trevijano “Frente a la Gran Mentira”, que está en archivo PDF adjunto.
Hay mucha tela para cortar en estas líneas.
Coincido con Moreno y otros articulistas, como mi dilecto amigo José Alvear Sanín, en que el Centro Democrático está dando palos de ciego en esta etapa preelectoral, pues no estamos en presencia de un debate democrático regular, sino frente a un gobierno conchabado con las Farc para perpetrar un fraude descomunal, como el que acaba de llevar a cabo el chavismo en Venezuela.
El primer tema de fondo es entonces la reforma del régimen electoral para que sea verdaderamente confiable. Lo segundo es qué hacer con el Acuerdo Final.
Aprecio y admiro muchísimo a Fernando Londoño Hoyos y, en el fondo, comparto su idea de que hay que hacer trizas ese funesto Acuerdo Final. Pero, ¿cómo?
Quiérase o no, todo apunta hacia la idea de una asamblea constituyente elegida por circuscripciones uninominales, como lo propone Moreno, o del modo más transparente que permita la auténtica manifestación de la voluntad popular.
Santos pretendió burlarla al no someter el NAF a la refrendación popular. Pero lo que ha hecho para imponer sus términos ha suscitado un espíritu de discordia tal que ni siquiera la anunciada presencia del Romano Pontífice podrá superarlo. El pueblo no cree en Santos ni en las Farc, y el papa Francisco se expondrá a que el pueblo católico también deje de confiar en él, a menos que el discernimiento de que tanto habla le dicte palabras oportunas y sensatas. Mejor dicho, ahí si que pondrá a prueba su cercanía con el Espíritu Santo.
Como ya hay unos hechos cumplidos, es al pueblo a quien hay que darle la palabra para que ordene lo que corresponda en ejercicio de la soberanía que Santos mancilló.
Publicado: agosto 17 de 2017