Por mandato constitucional una de las funciones del Presidente de la República es la de dirigir las relaciones internacionales. Esto quiere decir que además de cumplir con funciones de tipo administrativas como por ejemplo nombrar a los funcionarios diplomáticos, también debe decidir cuál será el rumbo que llevarán nuestras relaciones con el resto del mundo.
Tradicionalmente Colombia ha mantenido la misma línea en sus relaciones internacionales. Es decir, que siempre hemos estrechado los lazos con países de tradición demócrata mientras mantenemos una prudente distancia con los países cuyos gobiernos sean totalitarios, autoritarios y/o dictatoriales.
Esa línea ha sido una constante independientemente de quien fuera el presidente. Salvo un lunar durante la era de Ernesto Samper Pizano. Durante la presidencia de Samper atravesamos la peor crisis diplomática con nuestro mejor aliado, los Estados Unidos. En el momento en que se supo que Samper se había hecho elegir con dineros del Cartel de Cali, uno de los grupos narcotraficantes más temibles del mundo en esa época, y que se rehusaba a colaborar con la lucha anti drogas, Estados Unidos intervino de varias maneras para lograr que Colombia retomara su camino. Una de las medidas fue la de retirarle la visa a Samper para ingresar a los Estados Unidos, visa que desde el 1 de julio de 1996 hasta el día de hoy jamás volvió a recuperar. La otra medida, la que nos afectó al resto de los colombianos, fue la descertificación que no es nada distinto a una declaratoria de país paria porque estábamos gobernados por un narcoestado.
En 1995 los Estados Unidos emitió la Lista Clinton, un catálogo de narcotraficantes y de sus empresas con los que estaba prohibido tener negocios so pena de incurrir en un delito.
Todo el problema de Estados Unidos era con Samper, porque en el momento en que salió de la presidencia, cumpliendo descaradamente su término hasta el último día, cambió el panorama. Su sucesor, Andrés Pastrana Arango, dedicó gran parte de sus esfuerzos a las relaciones internacionales de Colombia. Es indudable que su gestión sirvió porque nos levantaron la descertificación. El país recuperó su voz en el mundo y logró estrechar de nuevo los lazos de amistad con Estados Unidos hasta el punto de propiciar una visita de Bill Clinton, el presidente del momento.
Álvaro Uribe recibió un país emproblemado en muchos sentidos, pero con unas relaciones exteriores sanas. Sin embargo, en nuestro propio vecindario, más específicamente en Venezuela, se venía cocinando un plan macabro de Cuba, porque los hermanos Castro habían logrado montar presidente. Tan pronto Hugo Chávez Frías llegó a la presidencia se dedicó a comprar democracias en Latinoamérica para implantar el Socialismo del Siglo XXI, que no es otra cosa que el comunismo cubano con un nombre más elegante. El único muro de contención que encontró Chávez fue Uribe. Ni siquiera Estados Unidos le dio la importancia necesaria a lo que estaba sucediendo en el sur del continente americano. Chávez se dedicó a albergar en su territorio a las guerrillas comunistas de Colombia y a permitirles sacar la droga por Venezuela. Uribe sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo y se lo denunció a la comunidad internacional. Cuando Uribe dejó la presidencia la situación con Venezuela era tensa, y no era para menos.
El día que Juan Manuel Santos se iba a posesionar, Uribe se enteró que en la lista de invitados se encontraba Chávez. El presidente Uribe dijo que mientras él estuviera en la Casa de Nariño Chávez no pondría un pie en Colombia. Y así fue, Chávez no aterrizó ese día, sino pocos días después, para Santos pasearlo y darle el status de mejor amigo. Así fue como Juan Manuel Santos, nuestro propio caballo de Troya, les dio un viraje a las relaciones exteriores de Colombia. Estrechó las relaciones con el eje del mal (Venezuela y Cuba) con el pretexto del acuerdo de paz y a raíz de dicho acuerdo propició el aumento del 200% de los cultivos de coca creando tensión en nuestra relación con los Estados Unidos.
El mensaje de Trump a través de su embajador esta semana fue claro: si Juan Manuel Santos no combate las drogas, las relaciones bilaterales entre los dos países sufrirán. Con lo sucedido en la época de Samper no es difícil augurar cuales son las medidas que podrían tomar. Sin embargo, la respuesta cínica de Santos, al que parece no importarle las consecuencias, es que las ayudas del Plan Colombia no son suficientes para combatir la droga como si su decisión de no fumigar los cultivos no tuviera incidencia alguna en el problema.
Juan Manuel Santos ha sido el peor gobernante que ha tenido Colombia porque logró con éxito inusitado lo impensable: hacernos aliados de los bandidos del eje del mal y darle la espalda a nuestro mejor aliado estratégico.
Publicado: agosto 4 de 2017