¿Quién pierde?, es la pregunta. Pierde el país y pierde toda la cadena, pero el primer sacrificado es EL GANADERO de a pie, el gran olvidado, pues las autoridades y los medios están enfocados, con razón por supuesto, en la información sobre los brotes y en las acciones urgentes para contenerlos.
El solo anuncio de los brotes afectó el mercado interno por la confusión sobre los riesgos para el consumo –que no los hay en absoluto–, y también se perdieron mercados externos, lo que afectó el precio del kilo de novillo en pie en $300, con una pérdida mensual del orden de $52 mil millones. Es decir, si la situación no mejora, solo en los 6 meses que restan del año los ganaderos dejarán de recibir $312 mil millones y se perderán exportaciones por USD 40 millones.
No quiero ser “apocalíptico” como me calificaba un exministro, sino realista, pues aunque el todavía ministro Iragorri cuando escribo estas líneas, dio parte de tranquilidad para inaugurar Agroexpo con enorme riesgo –irresponsabilidad diría yo, aunque no pase nada–, la experiencia indica que los procesos para recuperar el estatus de país libre con vacunación, toman entre año y medio y 2 años. Le dejo a mis lectores la multiplicación de lo que serían 3 o 4 semestres de pérdidas.
Uruguay, un país que vive de la ganadería y era libre sin vacunación, reportó brotes entre 2000 y 2001, y solo 2 años después, en 2003, logró recertificarse como libre con vacunación. En el entretanto, toda la cadena perdió ¡USD 730 millones! y la ganadería USD 220 millones, incluidos fusil sanitario e indemnizaciones para cerca de 12 mil bovinos. Se sacrificaron además 16 mil animales de otras especies.
Paraguay reportó brotes en 2011 y, aunque apenas se sacrificaron cerca de 1.000 animales, solo hasta 2013 recuperó su estatus de libre con vacunación, pero la afectación sobre las exportaciones y el empleo en toda la cadena fue dramática. Las pérdidas estimadas para el sector cárnico hasta mediados de 2012 fueron del orden de los USD 600 millones.
Así las cosas, y sin conocer la verdadera situación sanitaria del país, hasta ahora, como se dice en el lenguaje callejero, Colombia “la ha sacado barata”, y aunque me duela decirlo, pues es la gran frustración de nuestra ganadería, ha sido gracias a que no somos grandes exportadores ni le vendemos a los mercados de alto precio, cerrados porque nunca se pudo, a pesar de la certificación de libres con vacunación desde 2009, obtener admisibilidad sanitaria para Estados Unidos y la Unión Europea, una meta que hoy, sobra decirlo, está más lejos que nunca.
Sin embargo, la pérdida para nuestros ganaderos será inmensa. En algunas regiones que viven de la ganadería el impacto es comparable a una roya en el Eje Cafetero, pero por partida doble, pues se le suma la también difícil situación del precio al productor de leche por cuenta de un mercado dominado por la industria. Como siempre, los pequeños ganaderos serán los más perjudicados y habrá una crisis social por caída de ingreso en las zonas productoras.
Ya sabemos qué se perdió y quién perdió, con el ganadero en primer lugar. Me corresponde, como presidente de FEDEGÁN, insistir en una pregunta que ya hice: ¿quién responde? ¿Acaso el ministro que dejó entrar la aftosa? Él lo prometió.
Nota bene: Ojo a los especuladores. Si el kilo de novillo baja al ganadero, la carne debe bajar al consumidor y así la demanda se incrementa, para que no suceda lo de siempre: que unos avivatos se enriquecen con el infortunio de otros.
Publicado: agosto 2 de 2017