A partir de hoy, contaremos exactamente un año en el calendario para que se posesione el nuevo presidente de los colombianos. Si mis cuentas no me fallan, será el sexagésimo dirigente en ocupar esta honrosa posición, desde que lo hiciera por primera vez el ilustre ciudadano Simón Bolívar (recordemos su frase: “Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes” – Congreso de Cúcuta, 1821).
Retomando las palabras del Libertador, no deja de sorprenderme lo caprichosa que es la historia. En aquel entonces, 3 de octubre de 1821, Venezuela y la Nueva Granada se unían en un mismo “pacto de conciencia”, el cual sellaba el nacimiento de la Gran Colombia y nos embarcaba en un sueño de grandeza.
Qué bien nos hace recordar textual e íntegramente el juramento de nuestro prócer, aquel mes de octubre de 1821, y ojalá seamos capaces de traerlo a valor presente:
“Señor:
El juramento sagrado que acabo de prestar en calidad de presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta Constitución que encierra los derechos de dos pueblos hermanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La Constitución de Colombia será junto con la independencia la ara santa, en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.
Señor, espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo: dicha, reposo y gloria. Entonces, Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor, que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son estos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder, porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber república donde el pueblo no esté seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.
Simón Bolívar
El 7 de agosto es, adicionalmente, el día en que se conmemora el nacimiento del Ejército de Colombia, trayendo a colación ese mismo día de 1819 en el que se selló la independencia de nuestro país en la Batalla de Boyacá.
Todo esto para preguntarnos: ¿cuál de los actuales candidatos a la Presidencia de la República tiene la capacidad de embarcarnos en un nuevo sueño de grandeza?, ¿cuál puede llenar de sentido la tantas veces prostituida palabra “paz”?, ¿cuál es capaz de impulsar un nuevo “pacto de conciencia” que le haga bien al país y a la región?, ¿cuál merece y puede conducir un Ejército glorioso y bicentenario como el nuestro?, ¿…?
Roguemos al Señor, como lo hizo Bolívar.
Publicado: agosto 7 de 2017