Con el paso de los días avanza una discusión de profundo calado en el Centro Democrático, de cara a las elecciones parlamentarias del año entrante: la naturaleza de las listas tanto a senado como a cámara de Representantes.
Un sector influyente del partido, liderado por el exvicepresidente Francisco Santos, propugna por abrir las listas, imponiendo unos controles muy rigurosos para efectos de conceder los avales.
Paralelamente, buena parte de los congresistas se oponen a esa figura. Unos lo hacen temiendo no tener el caudal de votos suficientes para renovar su permanencia en el capitolio durante un nuevo cuatrienio y otros enarbolan razonamientos políticos de fondo que no deben ser desechados de entrada.
El Centro Democrático es un partido eminentemente doctrinario, que defiende un cuerpo ideológico y acude a las urnas buscando el respaldo de militantes y no de maquinarias. La fórmula ha resultado exitosa. En 2014, presentando una lista respaldada por firmas, se logró la segunda mayor votación para el senado. En las elecciones presidenciales, a pesar de las evidentes carencias del candidato y de los escándalos que lo rodearon, el CD ganó la primera vuelta.
Aquel es un partido que gira entorno a la figura del expresidente Uribe y aquello no puede soslayarse. Se da por descontado que él volverá a presentar su nombre en las próximas elecciones y obviamente será la cabeza de lista para el Senado, tal y como se hizo en 2014.
Al abrir la lista, se estará creando un panorama bastante pintoresco: los candidatos al senado tendrán que recorrer al país entero presentándose como miembros del partido uribista, pero diciéndoles a los electores que no deben votar por Uribe, sino por ellos. En un mismo plano estarán defendiendo a Uribe y enfrentándose a él, hecho que indefectiblemente generará confusión en los electores.
La lista cerrada, evita ese tipo de contradicciones que puede tener costos muy altos. Ahora bien: es cierto que los políticos no pueden limitarse a enviar trinos y publicar fotografías en las redes sociales. Es verdad que muchos de los 39 parlamentarios uribistas han desaprovechado estos 3 años en el congreso para hacer política y ampliar la base electoral del partido. Aquello es innegable.
Quienes no lo hicieron, deben asumir las consecuencias de su irresponsabilidad con el partido y ello debe materializarse en el retiro del aval en las próximas elecciones parlamentarias.
Otro riesgo de la lista abierta, quizás el más delicado, tiene que ver con la financiación de las campañas. Por más controles que se impongan y reglas de juego que se establezcan, aquello no borra el hecho de que los 100 integrantes de la lista estarán compitiendo entre ellos. Unos, seguramente lo harán honrando los compromisos adquiridos con la colectividad y respetando los topes que para tales efectos imponga el consejo nacional electoral.
Pero el riesgo de que se cuelen dineros de dudosa procedencia es latente. Se ha convertido en una regla constante de las elecciones en Colombia, que la competencia no es entre quienes tengan mejores ideas, sino entre quienes puedan mover más dinero. Con la lista cerrada, aquella posibilidad simple y llanamente no existe, pues la campaña es monolítica, de un partido con una gerencia única y unos controles financieros centralizados.
Los propugnadores del pragmatismo político, alegan en defensa de la lista abierta, que lo que se necesita es ganar las elecciones y que hay que “meter” al mayor número de congresistas posible. Aquello resulta riesgoso, pues se puede abrir la puerta para que castas políticas cuestionables se cuelen en la colectividad uribista.
LOS IRREVERENTES pudieron confirmar que Rafael Escrucería, nieto del ex senador y narcotraficante Samuel Escrucería Delgado –condenado en los Estados Unidos- e hijo del también condenado Samuel Escrucería Manzi –sentenciado por robarse los dineros de la salud en Tumaco-, está pidiendo pista en el CD. En defensa de Escrucería, se dirá que los delitos de sangre no existen y que él no es responsable por los crímenes de su abuelo y de su padre, lo cual es totalmente cierto.
Pero no es menos cierto que Rafael Escrucería lleva años haciendo política bajo el alero de su familia, lo cual lo convierte en heredero de ese clan, razón por la que el partido del expresidente Uribe debe descartar, en el término de la distancia, cualquier posibilidad con ese individuo, pues el CD no puede quedar reducido a ser una colectividad “avalera” que le dé respaldo a los representantes supérstites de las familias que han hecho de la política un vehículo para delinquir.
Así las cosas, el Centro Democrático debe ir con pies de plomo. Es evidente que hay que sumar muchos más votos y tratar de elegir a un número mayor de parlamentarios. Pero el costo de aumentar la cantidad, no puede ser la reducción de los estándares de calidad moral de quienes ostenten la representación de un partido en el que millones de colombianos tienen depositadas sus esperanzas.
Publicado: julio 4 de 2017