Análisis de David Meza Pretelt
Nicolás Maduro se ha encargado de destruir la sociedad y economía venezolanas que durante años gozaron de una posición privilegiada en Latinoamérica, por su riqueza en materias primas e hidrocarburos y la pujanza de su gente. Este heredero de Chávez no ha sido más que una marioneta del castrismo y los restos del chavismo opulento, cuyas medidas despóticas tienen sumido al vecino país en una de sus mayores crisis a nivel histórico.
La tierra de Bolívar, un país próspero durante casi todo el siglo XX, se encuentra hoy ad portas de caer en hiperinflación, un abismo del que es muy difícil salir y que los pondría en un nivel de estado fallido e imposibilidad de pago de la deuda externa –default según los economistas-, con un aumento de familias en condición de pobreza del 48% al 82% desde el inicio del régimen Maduro.
La violencia también se encuentra en curva ascendente, hay más de 400 prisioneros políticos, cerca de 350 civiles han sido acusados por cortes militares y desde abril, cuando arreciaron las protestas, han sido asesinadas alrededor de 90 personas, 1.500 han sido heridas y más de 3.000 han sido detenidas en manifestaciones.
De ahí que el llamado hecho por el abogado y líder de opinión colombiano Abelardo De La Espriella, para ejercer la justicia popular y emplear el tiranicidio o una alternativa similar, como una forma de liberación de Nicolás Maduro, pase a ser una propuesta factible y cada día más necesaria para que el pueblo venezolano pueda librarse de los vejámenes y atropellos a los que se encuentran sometidos y de paso, para que los colombianos tengan la certeza de que no habrá manos negras que actúen en las elecciones de 2018 a favor de los narcoterroristas indultados.
Lamentablemente el gobierno de Juan Manuel Santos, que irónicamente según encuestas es aún más impopular que el régimen dictatorial Castro-Chavista de Maduro, ha hecho lo Divino y lo humano por mantener contentos a los integrantes de las Farc y la muestra de esto es una diplomacia blanda y permisiva frente a los atropellos contra la población del vecino país, así como la falta de respuesta contra los ataques que constantemente Maduro hace contra la institucionalidad colombiana.
El despotismo venezolano es el caldo de cultivo que necesitan los miembros del grupo narcoterrorista de las Farc para hacer su incursión política en Colombia, ya que el modelo instaurado allí es el que ellos desearían importar y no es coincidencia que el país con mayor cantidad de miembros en filas de las Farc después de Colombia sea Venezuela, como tampoco lo es la presencia de gran cantidad de miembros de esta narco guerrilla en el vecino país.
El socialismo ha sido virulento y perjudicial en América Latina, pero tiene un método de defensa para seguir engañando incautos, ya que declara que sus objetivos son la libertad, prosperidad e igualdad. Pero cuando en la práctica termina convirtiéndose en opresión, pobreza y privilegios para las élites políticas, como sucede en Venezuela, entonces no es socialismo real. Frente a lo que Tracinsky, filósofo norteamericano, explica que es un argumento manido porque “según ese estándar, el socialismo nunca puede fallar, porque si falla, no es verdadero socialismo por definición”.
Este tipo de confusiones o lavado de imagen de las ideas socialistas con populismo, es el que intentan hacer en Colombia políticos de esas vertientes y miembros de las FARC, al caricaturizar las denuncias que se hacen desde la legítima oposición de centro y derecha que advierten los peligros del Castro-Chavismo.
De hecho, ya se empiezan a evidenciar en Colombia visos de “venezolanización”. El gobierno de Santos ya organiza listas para desprestigiar y atacar a los medios que no están acorde con sus posturas como lo hizo recientemente contra el portal LOS IRREVERENTES o se ven campañas en las que participan miembros del gobierno y personajes afectos a este, contra figuras críticas del santismo como Claudia Gurisatti o Abelardo de la Espriella.
El mismo Juan Manuel Santos ha salido a decir que es por culpa de los medios que hay pesimismo en el país, lanzando un grave mensaje de censura, respaldado por la extorsión que se hace bajo la mesa con la pauta pública, casi recordando el antiguo método de “plata o plomo” de Pablo Escobar, porque los medios que no actúen a favor del gobierno se ven condenados a no recibir o dejar de percibir esos recursos y se encuentran expuestos a aparecer en listados de censura como ha sucedido en la etapa Chavez-Maduro, que ha dejado la libertad de expresión en Venezuela por el piso.
El Tiranicidio como garantía de libertad y orden
La represión de las libertades que se viene dando en Venezuela y se empieza a sentir en Colombia, recuerda las palabras de Thomas Jefferson: “Cuando la injusticia se convierte en Ley, la rebelión se convierte en deber”. Por eso es clave que se entienda la factibilidad del tiranicidio como forma de liberación, casi como un primer paso en la senda que debe emprender Venezuela para recuperar su tejido social, su economía y su posición en la geopolítica mundial.
El tiranicidio es un término que se empezó a explorar desde la filosofía religiosa, sus mayores expositores son Tomás de Aquino, Juan de Mariana y Jean de Salisbury, quienes a través de obras como De Regimine Principum ad Regem Cypri (gobierno de los Príncipes) y De rege et regis institutione (Sobre el Rey y la institución real), dejaron claro que el tiranicidio no guarda mayor relación con el magnicidio, porque se busca en este caso salvaguardar al pueblo del riesgo al que se expone permanentemente cuando el gobernante, según de Mariana, imponga impuestos a los ciudadanos sin su consentimiento, les expropie su propiedad o les impida reunirse en parlamento democrático, cláusulas que se cumplen claramente en el caso del régimen de Nicolás Maduro.
El llamado más sensato es gestar un cambio drástico en la política venezolana y aunque el presente artículo no exhorta la sedición o al asesinato de forma directa, da testimonio de prácticas que si se traen al contexto actual, donde se protege el derecho básico de la vida, se podrían transformar en penas más aceptables en el marco de los derechos humanos como el destierro o la cadena perpetua, pero ante todo el planteamiento de esta práctica contra un tirano busca hacer un llamado de atención sobre la necesidad de un viraje en Venezuela.
Lo que plantea la práctica del Tiranicidio, es que los hombres han tenido argumentos, filosóficos, políticos, morales y religiosos para liberarse radicalmente de los opresores que abandonan el camino de la rectitud y el servicio al pueblo, por eso es el momento de actuar.
Publicado: julio 17 de 2017
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