No puedo dejar de expresar mi solidaridad hacia los valientes legisladores venezolanos que fueron agredidos por la pandilla de Maduro.
Los hechos recientes de Venezuela, nos estremecen a todos –o a casi todos, porque las Farc están de plácemes con los abusos de la dictadura de Maduro-. Resulta altamente preocupante el violento ataque ordenado por el régimen contra la Asamblea, mayoritariamente opositora.
Aquellas imágenes nos conducen a la Alemania de los años 20 de siglo pasado, cuando Hitler, acompañado por un grupo de bandoleros, intentó dar un golpe de Estado en una cervecería de Múnich.
La escena fue bastante parecida a la que con horror registramos esta semana en Caracas: unos criminales empoderados emprendieron a golpes a los ciudadanos que se encontraban en la cervecería atendiendo un discurso del gobernador de Baviera. Aquella acción violenta, en la que Hitler fue el protagonista y con pistola en mano anunció el ascenso al poder del partido nacionalsocialista de los trabajadores, fue el acto inaugural, la presentación en sociedad, de un régimen criminal se llevó por delante a millones de vidas.
Resulta en extremo preocupante lo que sucede en Venezuela. Esas bandas paramilitares al servicio de Maduro y Diosdado Cabello, fuertemente armadas y con la garantía de que sus acciones quedaran impunes ante la justicia, se están encargando de aterrorizar a los venezolanos de bien, a las personas de buena voluntad que reclaman pacíficamente el retorno de un sistema de libertades políticas y humanas en su país.
Cada día que pasa, Maduro afianza su poder y su permanencia al frente de los destinos de Venezuela, gracias a la inmovilidad de los gobiernos de la región. El caso de Colombia es aberrante. La actitud cómplice y cobarde de Santos ha permitido que la dictadura chavista perjudique a millones de colombianos que viven en el país vecino.
Si a Santos no le importa que Maduro lo insulte de las formas más espantosas, eso es problema de él. Pero el presidente está en la obligación de defender la dignidad y, sobre todo, la integridad de todos los colombianos.
El mismo Santos ha dicho que Maduro quiere desatar una guerra internacional para desviar la atención de la grave crisis de su país. ¿Y qué ha hecho el presidente de Colombia para evitarlo? Ser Nobel de Paz, no lo exime de su responsabilidad de defender, en su condición de comandante supremo de las Fuerzas Militares y de Policía, los bienes, la vida y la honra de todos los ciudadanos.
Ante cada nuevo desmán de la dictadura, en el mejor de los casos, la reacción colombiana se limita a una declaración bobalicona de la canciller María Ángela Holguín, a quien se le nota el fastidio que le produce tener que pronunciarse en tono “enérgico” contra su buen amigo, el presidente Nicolás Maduro.
Como congresista colombiana, no puedo dejar de expresar mi total solidaridad con esos valientes legisladores de la oposición venezolana que fueron agredidos por la pandilla de Maduro. Ellos, las víctimas de aquel brutal y aleve atentado, son unos verdaderos héroes, unos defensores de todas las horas de la libertad democrática y por ello, merecen ser respaldados. Hoy, el viento sopla en contra de ellos, pero muy pronto ese encomiable y admirable esfuerzo que han hecho por salvar a su país de las garras de la dictadura mafiosa, será recompensado.
Publicado: julio 8 de 2017