El que tenga rabo de paja, que no se acerque a la candela, decía mi mamá. Era uno de tantos dichos, que desde pequeña, tantas veces le escuché repetir. Hoy queda como anillo al dedo, en la discusión mediática del momento.
Este fin de semana, por cuenta de un mensaje en Twitter del expresidente Álvaro Uribe, han llovido en los nuevos medios de comunicación, las redes sociales, cientos de miles de reacciones de todo tipo y calibre, por cuenta de dicho mensaje.
De un lado, un periodista que se considera víctima anuncia demandas; acompañado y apoyado de otro grupo de periodistas, de algunos medios tradicionales y digitales en el país, reclamando y esperando la retractación del expresidente Uribe.
Del otro lado, el expresidente, no se retracta, y es seguido y apoyado por sus partidarios, ciudadanos en su mayoría.
Por consiguiente, unos y otros señalan y responsabilizan. Se presentan divisiones al interior de las dos posiciones, por la manera de apoyar o no el debate. Y, como sucede en las redes sociales, se suscitan ataques, manifestaciones descalificativas y agresivas, poco soportadas en argumentos.
¿Y entre todo este galimatías mediático, quién dice la verdad ?
En primer lugar, la cantidad de injurias, calumnias y difamaciones de las cuales ha sido víctima el expresidente Uribe, su familia y muchos de sus allegados y colaboradores es inigualable y violenta.
Le señalan de todo tipo de delitos y actos criminales, absolutamente falsos, que por cuenta de canales y medios, como el del periodista victimizado, o de políticos con ambición que se han dedicado a difamarle, para conseguir algún tipo de reconocimiento político y ganar electores, han encontrado asidero en personas que fijan sus posiciones, por partidos, y posiciones, pero realmente sin conocer la realidad.
A mi personalmente, me han acusado también, de cosas absolutamente falsas. Y no pocas personas inquietas me preguntan, por el expresidente con un señalamiento a su persona, desde la mera pregunta. Y una y otra vez, la respuesta ha sido la misma, es una persona integra. Y estoy segura que lo mismo les ocurren a tantas personas que igualmente, le han acompañado en su carrera política y dan fe, de sus valores, de su pulcritud y austeridad, en el manejo de lo público. De su inmenso afecto, dedicación a Colombia y a los colombianos. También, a proteger la independencia de los medios de comunicación y la libertad de prensa.
¿ Y cómo una persona que le ha dedicado honorablemente, su vida a trabajar por Colombia, de día y de noche, porque para él, las necesidades de los colombianos son enormes, se deben atender con sentido de urgencia y el día tiene 24 horas; está sujeta a cantidad de menciones, en donde el verbo más presente es el de vilipendiarle?
Aún, no conozco la respuesta. Es un estudio interesante para la sociología y la antropología. Me atrevo a decir que esos canales abiertos, en donde todo se puede decir y en donde no hay límites, no hay respeto, protección a la honra y a la integridad de las personas, derechos humanos fundamentales, han sido formadores de opinión, que basan sus conclusiones en una mal llamada evidencia, un profundo desconocimiento y el camino fácil de desacreditar, en lugar de averiguar y analizar a profundidad.
Como novedad, en la discusión del fin de semana, empiezan a aparecer imágenes, fotos, comunicaciones formales, en las cuales se le reclama al periodista y al medio de comunicación, la exposición mediática y lesiva a menores de edad que han pretendido exponer desnudas, sin atención al cumplimiento legal; la entrega indiscriminada de la revista con mujeres también desnudas a menores de edad; y en no menos de dos situaciones específicas, la exposición mediática a través de fotografías de menores de edad.
Además, hace unos meses el mismo periodista, atentó contra la integridad moral de una bebe recién nacida, cuando su deber legal como periodista, es velar por la protección y dignidad de la niña.
En cuanto a su avisada denuncia, es posible que ahora el periodista, deba explicar sus afirmaciones y quizás sus acciones, frente a los menores de edad y las mujeres.
Y al mismo tiempo, esta situación mediática, debería llevar a una profunda reflexión, sobre el periodismo y la política que hacemos en nuestro país.
Un análisis independiente y objetivo, debería hacer una llamado al respeto y a la cordura, no solo al expresidente Uribe, sino al periodismo. Tendría claro que para hacer periodismo y humor, también hay reglas claras de conducta y autorregulación.
La exageración, el absurdo, el costumbrismo o la parodia, llevan consigo elegancia, respeto y decoro. Por eso fueron tan exitosos a nivel internacional personajes como Cantinflas o el Chavo del Ocho, y en Colombia, personajes como Don Chinche. En cambio, hacer humor o sátira, con deshonras, denigrando y sin rigor periodístico, es vergonzoso para la labor.
A mi modo de ver, ha sido tan excesivo el rompimiento de limites de algunos de los actores políticos y periodísticos, que por este motivo, muchos jóvenes no conocen de dónde venimos como país. Además, no son pocos los casos en donde se ha seguido la ruta fácil de replicar semana a semana, sin responsabilidad alguna, todo tipo de injurias, improperios y calumnias, afectando a personas íntegras, sin responder a la verdad, ni a una investigación seria, que al menos escuche las diferentes versiones.
Finalmente, el llamado de fondo en toda esta disputa mediática, es a replantearnos como país, desde cada área de influencia, cuales son los valores esenciales sobre los cuales debemos relacionarnos y cimentar nuestra sociedad.
Nota Final. Al pueblo venezolano, profunda admiración por organizar este proceso absolutamente admirable, por un sistema de voluntariado y por salir masivamente a reclamar su democracia.
Publicado: julio 17 de 2017