Con ocasión de la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso de la República, el presidente Santos pronunció un discurso cargado de mentiras e imprecisiones, con el cual develó, una vez más, su naturaleza de hombre falso y oportunista.
En nada se compadece la Colombia descrita por Santos en su intervención con la Colombia real, que padece los rigores de un mal gobierno que dejó la economía al garete, con las consecuencias que aquello tiene.
El clima de confianza para los inversionistas que se creó en el gobierno del presidente Uribe, cambió para mal durante los 7 años de la administración Santos y aquello afecta directamente la generación de empleo y nuevas oportunidades para nuestros compatriotas. Con estupor, vemos cómo día a día importantes empresas establecidas en nuestro país, resuelven empacar e irse a otros destinos, donde gozan de mayor estabilidad y tienen mejores garantías para la salvaguarda de sus inversiones.
El indicador de pobreza, durante el gobierno Uribe, por primera vez en muchos años, empezó a registrar una significativa reducción. Aquella tendencia, que parecía irreversible, varió lamentablemente a lo largo de la presidencia de Santos.
Con angustia, registramos que cerca de 230 mil personas más, llegaron al nivel de pobreza y 285 mil al de pobreza extrema.
Otro elemento que merece ser analizado con detenimiento y que indefectiblemente tendrá que ser objeto de análisis juicioso para efectos de poder adelantar un juicio de responsabilidades al gobierno Santos, es el de la corrupción.
La corrupción se convirtió en la norma de conducta generalizada en el gobierno de Juan Manuel Santos. Vemos cómo, a través de multimillonarios e innecesarios contratos, personas cercanas al corazón del presidente de la República, se han enriquecido fabulosamente con dineros que son del erario.
Ejemplo de ello es la empresa “Marketmedios” del gerente de las campañas santistas y articulador de la operación corruptora de Odebrecht, Roberto Prieto. Resulta inaceptable que la empresa de publicidad ese sujeto, haya sido “bendecido” con contratos exagerados en buena parte de las entidades del Ejecutivo y es aún más indignante que el favorecimiento haya continuado dándose con posterioridad a que el país conociera el entramado de corrupción que ese señor erigió entorno a la empresa Odebrecht.
En materia de relaciones internacionales, Santos mintió descaradamente al decir que el país que le entregó el presidente Uribe era una suerte de “oveja negra” en el concierto de las naciones, consideración que resulta mentirosa y delata la mezquindad de un hombre que laboró durante 3 años para el gobierno de la Seguridad Democrática. Más vale recordarle a Santos que el mundo entero respaldó decididamente los propósitos de la política implementada por el presidente Uribe para contener el accionar de los terroristas y para el combate efectivo del narcotráfico.
¿Acaso durante el gobierno Uribe, los Estados Unidos le llamaron alguna vez la atención a Colombia por cuenta del crecimiento de las plantaciones de coca? La respuesta es un NO rotundo, pues desde 2002 hasta 2010, las hectáreas cultivadas con aquella planta, disminuyeron de manera exponencial.
Santos habla de paz y del fin de lo que él llama “conflicto”, pero no dice una sola palabra respecto de la realidad que se siente en buena parte de las regiones colombianas, donde el crimen organizado y los grupos armados ilegales han crecido preocupantemente. Los espacios que supuestamente abandonaron los terroristas de las Farc, misteriosamente han venido siendo copados por integrantes del Eln.
Ni una sola mención hizo el presidente de la República al delicado tema de las disidencias de las Farc, cada vez más poderosas y desafiantes. Tampoco se refirió a las armas que esa banda terrorista no ha entregado y que se encuentran escondidas en centenares de caletas, regadas a lo largo y ancho de la geografía nacional.
El 20 de julio, los colombianos oyeron a Juan Manuel Santos haciéndole un elogio a la mentira. Al fin y al cabo, él es así. Construyó su carrera política mintiendo, engañando, haciendo trampa, estafando a los ciudadanos a quienes les ofreció una cosa para sacarles el voto e hizo todo lo contrario a lo prometido cuando ganó las elecciones.
Para Santos, la oposición que se le hace a él es un asunto de vanidades y de egos. La realidad es muy distinta. Es un imperativo oponerse a su gobierno, pues por encima de él está Colombia, un país que desafortunadamente fue llevado hasta el borde del abismo por un hombre que ha gobernado pensando en alimentar su ego y no en los intereses de los ciudadanos.
Publicado: julio 22 de 2017