Esta columna se la quiero dedicar con total cariño y admiración al hermano pueblo de Venezuela.
Hacer oposición a un gobierno per se resulta dificultoso, pero todo cambia y empeora cuando se trata de hacer oposición a un gobierno que no solo controla la maquinaria estatal, sino que manipula las ramas del poder, como ocurre con el fatuo de Maduro y sus lacayos en Venezuela. La oligarquía socialista ha tomado a la fuerza todo lo que ha querido y todo lo que se le ha ocurrido, pasando por encima no solo de la ley, sino también por encima de la vida de muchos ciudadanos.
La crisis venezolana con cada minuto que pasa se profundiza más y más. La falta de alimentos, medicamentos, la inflación rondando el 720 % e importando casi el 90 % de los productos azota día a día a sus ciudadanos. Los testimonios son dolorosos y es imposible no sentirse afectado al escucharlos. En los últimos días cientos de venezolanos han dejado su país por temor a lo que pueda ocurrir después del domingo 30 de julio, día en que el oficialismo desea imponer una constituyente que carece de todo sentido jurídico, constitucional y político. Y es que eso ocurre cuando se rompe el hilo constitucional e institucional que debe existir en cualquier nación que cuente con un sistema democrático.
Ha dolido también el silencio cómplice y vergonzoso por parte de la comunidad internacional, quienes tímidamente de cuando en vez alguna nota de protesta presentan, como por no dejar. Han hecho más los expresidentes de México, Costa Rica, Colombia y Bolivia, entre otros, por intentar reestablecer la democracia que lo que han hecho los mismos organismos internacionales. Y qué decir del gobierno colombiano, a quien le ha faltado pantalones para rechazar la barbarie a la que es sometida el pueblo hermano. Da grima.
Lo que sí se debe aplaudir, reconocer y admirar es la templanza de la oposición venezolana, y con oposición no hablo exclusivamente de los diputados de la Asamblea Nacional, no. Hablo de esos jóvenes, de esos comerciantes, de esos profesores, de esas mujeres, de la comunidad en general que ha salido a las calles sagradamente todos los días a expresar su inconformismo, a expresar que sueñan una Venezuela diferente, una Venezuela en donde las libertades y los derechos se cumplan. Quieren liberarse ya de ese yugo socialista que los ha mantenido oprimidos. Todos tenemos por lo menos alguna imagen en nuestra mente de la represión de la cual ellos son víctimas, de los ataques inhumanos que reciben a diario y a pesar de ello mantienen la firmeza guerrera y democrática que los caracteriza. El pueblo venezolano no ha caído en el juego sucio del chavismo; su única arma son sus voces que piden a gritos un cambio, su única defensa es el alma soñadora y su inspiración es su corazón valiente, ese mismo corazón que tuvieron quienes lucharon al lado de Bolívar por la libertad y hoy se manifiesta nuevamente ese mismo fervor.
Hermanos venezolanos, su libertad es nuestra libertad, su sueños son nuestros sueños, no están solos, nuestras oraciones y energías les acompañan. Podrán existir fronteras y limites en la tierra, pero nunca en nuestros corazones, pues seguimos siendo una sola nación, un mismo pueblo.
Publicado: julio 27 de 2017