Las declaraciones de los capos de las Farc en el encuentro de Yarí no dejan duda acerca de sus propósitos.
El AF está repleto de declaraciones melifluas sobre libertades, tolerancia, inclusión, pluralismo, democracia y otras lindezas propias del lenguaje políticamente correcto ad usum en los tiempos que corren. Pero su estructura riñe abiertamente con el espíritu de la democracia liberal que mal que bien constituye el desiderátum de nuestro régimen político.
En efecto, todo en ese farragoso texto va encaminado a entronizar un partido totalitario que rechaza todos nuestros valores tradicionales y pretende instaurar entre nosotros un régimen que siga las pautas del cubano y el venezolano, es decir, uno de corte castro-chavista.
Las declaraciones de los capos de las Farc en el encuentro de Yarí no dejan lugar a duda alguna acerca de sus propósitos y la interpretación que le dan a a lo convenido en La Habana con el gobierno de Santos.
Conviene tener presente el texto de la Declaración Política que dieron a conocer las Farc como resultado de la X Conferencia Guerrillera que tuvo lugar en los llano de Yarí a fines del año pasado. Ahí se dice lo siguiente:
«Tenemos el convencimiento de que el Acuerdo Final contiene un gran potencial para la apertura de una transición política hacia la transformación de la sociedad colombiana, por su real democratización y la materialización de sus derechos, y especialmente para el buen vivir y el bienestar de las mujeres y los hombres humildes en campos y ciudades, de la clase trabajadora, de los pueblos étnicos, indígenas y afrodescendientes, de la población LGTBI, y sobre todo para los jóvenes y nuestras futuras generaciones. A ellas y ellos los llamamos a abrazar y proteger los acuerdos, a hacerlos suyos, a acompañar yexigir su implementación. Juntando esfuerzos lograremos los propósitos comunes de consolidar la perspectiva de una paz con justicia social, la reconciliación nacional yla democracia avanzada para la nueva Colombia.
«El Acuerdo Final celebrado en La Habana, Cuba, contiene los mínimos necesarios para dar continuidad por la vía política a nuestras aspiraciones históricas por la transformación del orden social vigente. Por tal razón, hemos decidido surtir todos los aprestamientos necesarios para el tránsito de nuestra estructura político-militar hacia un nuevo partido político cuyo congreso fundacional se llevará a cabo a más tardar en mayo de 2017, si se implementan los acuerdos, tal y como está convenido. Será función del Partido dar continuidad a nuestros propósitos políticos de carácter estratégico por la construcción social de poder para el pueblo. La Conferencia faculta a la dirección Nacional de las FARC-EP para que convoque a un pleno del Estado Mayor Central y defina la ampliación de la nueva dirección que tendrá a cargo la preparación del congreso, del programa político, del estatuto y de la línea política, así como de las condiciones organizativas y de funcionamiento.
«Nos comprometemos a ofrecer toda nuestra fuerza y energía por la unidad de los sectores progresistas, democráticos y revolucionarios del país, de los movimientos políticos y sociales, de las múltiples organizaciones sectoriales y reivindicativas en el nivel nacional, regional y local. Queremos hacer parte de una Gran Convergencia nacional, que abarque el espectro de las luchas sociales y populares, propugne por la real democratización política, económica, social y cultural del país, y cuya plataforma, fundamentos organizativos y de coordinación deberán ser el resultado de una elaboración colectiva. La Gran Convergencia deberá tener la capacidad de construir poder social, político y popular desde abajo, y al mismo tiempo de disputar el poder del Estado en los espacios institucionales de elección y representación.
«Trabajaremos por un nuevo Gobierno de construcción de paz y reconciliación nacional a partir de la definición de un programa mínimo, que además de comprometerse con la implementación del Acuerdo Final, recoja las aspiraciones sociales más sentidas en lo inmediato por la población.
«Convocamos a hacer realidad el llamado “a todos los partidos, movimientos políticos y sociales y a todas las fuerzas vivas del país a concertar un gran acuerdo político nacional encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia política y social”, tal y como se estableció en el Acuerdo Final. Las condiciones propicias para ese propósito se encuentran en el impulso a un proceso constituyente abierto que conduzca a la convocatoria y realización de una Asamblea Nacional Constituyente.»
En desarrollo de estos postulados, se han dado a conocer las 61 tesis que servirán de base para la organización y la acción política del partido de las Farc (Ver Tesis preparatorias del congreso fundacional del partido de las FARC-EP).
Llamo la atención sobre la tesis 47:
«Tesis 47. Naturaleza y principios organizativos del Partido. La X Conferencia guerrillera definió con claridad la naturaleza del partido. De manera expresa señaló que se inspirará “en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano y, en general, en las fuentes del pensamiento crítico y revolucionario de los pueblos y en particular de las FARC-EP”. Asimismo estableció que “será un partido revolucionario y de clase, conforme a su tradición histórica comunista. En tal sentido, sus principios organizativos estarán inspirados en el leninismo y en el acumulado de las experiencias de organización y lucha del campo popular”. Estos preceptos indican que la construcción partidaria que iniciamos, al tiempo que da continuidad a nuestra larga trayectoria de lucha y a la ideología que ha caracterizado las elaboraciones estratégicas, la línea política y nuestra táctica y estrategia, deberá comprender esfuerzos por nuevos desarrollos que posibiliten ganar el corazón de los humildes, los expropiados y desposeídos. Es decir, que logren representar y expresar las aspiraciones históricas de la clase trabajadora en los centros urbanos y las zonas rurales, bajo el entendido que el desarrollo del capitalismo en tanto ha traído consigo la extensión y la profundización de la relación social de dominación y explotación que le es inherente a él, ha subsumido a su lógica cada vez más amplios sectores de la población. Además de ser un partido de la clase trabajadora, nuestro partido deberá tener la capacidad de dialogar con otros sectores de la población, particularmente de las llamadas capas medias e interpretar sus intereses y aspiraciones. En consonancia con lo anterior, junto con las formas propias de la organización leninista, deberá reconocer y apropiar formas de organización desarrolladas históricamente en largas experiencias de lucha del campo popular, así como identificar nuevas formas organizativas que resulten apropiadas para el logro de sus propósitos. En ese sentido, su estructura, manteniendo la solidez y coherencia debidas, deberá contener una capacidad adaptativa a los cambios que registre la formación socioeconómica y política en su conjunto a fin de preservar sus posibilidades de respuesta y de elaboración de su línea política en la búsqueda de sus propósitos del orden táctico y estratégico. El partido se caracterizará por el ejercicio pleno de la democracia interna, construirá sus decisiones basado en la más amplia deliberación, y tomará decisiones que comprometiendo al conjunto de la organización, establecerá reglas de reconocimiento y regulación frente a quienes se encuentren en posición minoritaria.»
Es claro que el partido se inspirará “en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano y, en general, en las fuentes del pensamiento crítico y revolucionario de los pueblos y en particular de las FARC-EP” y “será un partido revolucionario y de clase, conforme a su tradición histórica comunista. En tal sentido, sus principios organizativos estarán inspirados en el leninismo y en el acumulado de las experiencias de organización y lucha del campo popular”.
En síntesis, como lo he escrito muchas veces, será un partido inspirado en una ideología totalitaria y liberticida, cuyas concepciones en torno de la libertad y la democracia son radicalmente incompatibles con las de la democracia pluralista que rige en en el mundo civilizado.
Leo en un interesante estudio del profesor mexicano Francisco Tortolero sobre «La Disolución de Partidos Antisistema» que “…un partido antidemocrático se valdrá de medios democráticos para imponer un orden no democrático” (Ver La disolución de los partidos antisistemas).
Es un hecho, en efecto, que la generosidad de los regímenes pluralistas da lugar a la posibilidad de que sus enemigos mortales se amparen en las garantías que ellos ofrecen para así tratar de destruirlos desde dentro.
Ello ha dado lugar a que en países que han sufrido los estragos del totalitarismo o han experimentado las graves amenazas de movimientos políticos terroristas o al menos extremistas, se considere la necesidad de ponerles coto, bien sea declarándolos fuera de la ley, ya prohibiendo ciertas formas de propaganda favorables a su expansión o susceptibles de generar graves conflictos en el medio social.
En cambio, el AF le brinda al nuevo partido que se define a sí mismo como revolucionario los medios para convertirse en un partido hegemónico, llamado a competir en clara desventaja en favor suyo con los demás partidos que actúan dentro de nuestro sistema político.
Ello va en contravía de lo que otras democracias han establecido para protegerse a sí mismas de lo que Revel llamó en un libro digno de releerse «La Tentación Totalitaria».
Lo que Santos y sus secuaces de la Mesa de Unidad Nacional han estipulado con las Farc no es otra cosa que la crónica de la muerte anunciada de la democracia colombiana tal como la hemos conocido hasta ahora. Es un verdadero suicidio, consentido bien sea por ignorante y torpe candidez, ya por demoníaca complicidad.
En el caso de Santos, me inclino por la segunda hipótesis.
Hace algún tiempo di a conocer un texto de Revel que a mi juicio anunciaba la deriva totalitaria de Santos, tal como la estamos padeciendo y seguirá dándose hasta finiquitar su proditorio empeño de someternos a la dictadura de las Farc.
Se trata del fragmento del prefacio al famoso libro de Maurice Joly, «Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu», que reproduzco a continuación:
«Se trate de la destrucción de los partidos políticos y de las fuerzas colectivas, de quitar prácticamente al Parlamento la iniciativa con respecto a las leyes y transformar el acto legislativo en una homologación pura y simple, de politizar el papel económico y financiero del Estado a través de las grandes instituciones de crédito, de utilizar los controles fiscales, ya no para que reine la equidad fiscal sino para satisfacer venganzas partidarias e intimidar a los adversarios, de hacer y deshacer constituciones sometiéndolas en bloque al referéndum, sin tolerar que se las discuta en detalle, de exhumar viejas leyes represivas sobre la conservación del orden para aplicarlas en general fuera del contexto que les dio nacimiento (por ejemplo, una guerra extranjera terminada hace rato), de crear jurisdicciones excepcionales, cercenar la independencia de la magistratura, definir el “estado de emergencia”, fabricar diputados “incondicionales”, (…), bloquear la ley financiera por el procedimiento de la “depresupuestación” (si el vocablo no existe, existe el hecho), promover una civilización policial, impedir a cualquier precio la aplicación del habeas corpus; nada de todo esto omite Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu Maurice Joly, este manual del déspota moderno sobre el arte de transformar insensiblemente una república en un régimen autoritario o, de acuerdo con la feliz fórmula de Joly, sobre el arte de “desquiciar” las instituciones liberales sin abrogarlas expresamente. La operación supone contar con el apoyo popular y que el pueblo (lo repito por ser condición indispensable) esté subinformado; que, privado de información, tenga cada vez menos necesidad de ella, a medida que le vaya perdiendo el gusto.
Por consiguiente, la dictadura puede afirmarse con fuerza a través del rodeo de las relaciones públicas. Pero, claro está, cuando se torna necesario, parafraseando una expresión de Clausewitz, el mantenimiento del orden no es otra cosa que las relaciones públicas conducidas por otros medios. Las diferentes controversias acerca de la dictadura, el “fascismo” etc., son vanas y aproximativas si se reduce la esencia del régimen autoritario únicamente a ciertas formas de su encarnación histórica. Pretender que un detentador del poder no es un dictador porque no se asemeja a Hitler equivale a decir que la única forma de robo es el asalto, o que la única forma de violencia es el asesinato. Lo que caracteriza a la dictadura es la confusión y concentración de poderes, el triunfo de la arbitrariedad sobre el respeto a las instituciones, sea cual fuere la magnitud de tal usurpación; lo que la caracteriza es que el individuo no está jamás al abrigo de la injusticia cuando solo la ley lo ampara. No se trata solo de los medios para alcanzar tales resultados. Es evidente que esos medios no pueden ser los mismos en todas partes. Las técnicas de la confiscación del poder en las moderna s sociedades industriales de tradición liberal, donde el espíritu crítico es por lo demás una tradición que hay que respetar, un academicismo casi, donde existe una cultura jurídica, no pueden ajustarse al modelo del despotismo ruso o libio. Más aún, la confiscación del poder, cuando se realiza en tiempo de paz y prosperidad, no puede asemejarse, ni por su intensidad ni su estilo, a una dictadura, instaurada a continuación de una guerra civil, en un país económicamente atrasado y sin tradiciones de libertad.»
Publicado: julio 13 de 2017