Desde el día que caímos en cuenta que Juan Manuel Santos había traicionado al pueblo que lo eligió en el 2010 ondeando las banderas de la seguridad democrática, la pregunta en la mente de todos, uribistas y no uribistas, ha sido “por qué”, ¿Qué necesidad tenía Santos de salirse del camino que había probado ser el mejor para Colombia? Se sentía un optimismo generalizado, la gente volvió a viajar por las carreteras, la confianza inversionista llegó a su punto máximo y lo más importante, las guerrillas estaban al borde de la extinción.
Como si fuera un mal chiste, Santos decidió deshacer todos los logros de Uribe con el único objetivo de abrirles el camino político a las Farc otorgándoles impunidad por sus horrendos crímenes, lavándoles la fortuna que de manera sospechosa afirma desconocer mientras estrechaba profundos lazos con regímenes antidemocráticos como el cubano y el venezolano, al mismo tiempo que le ponía distancia a nuestro mejor aliado, los Estados Unidos.
El pueblo colombiano en su mayoría se siente traicionado, la evidencia de eso es que no hay escenario público al que Santos pueda aparecer sin que reciba rechiflas y abucheos. El último incidente fue en Guatapé donde hizo presencia después de la tragedia sólo para encontrarse con el rechazo acostumbrado. Si un extranjero viera tremendo espectáculo seguramente se preguntaría que cómo es posible que reciban de semejante manera al Premio Nobel de Paz que logró la tan anhelada paz para Colombia. La única respuesta posible es que Juan Manuel Santos no le trajo la paz a Colombia.
Para que la desmovilización de las Farc traiga como consecuencia la paz, esa guerrilla tendría que ser el único factor de violencia existente. Como bien sabemos eso es falso, ya que además de las Farc están el ELN, el EPL, más de diez bandas delincuenciales como los urabeños, los rastrojos, las autodefensas gaitanistas, los machos etc y la nueva MRP. Todos estos criminales tienen en común varias actividades delictivas tales como, la minería ilegal, la extorsión, el secuestro, el robo y la más lucrativa de todas, el narcotráfico.
Son estas actividades criminales las verdaderas generadoras de la violencia en Colombia independientemente de quien sea el que las cometa. Se sabe que las personas pertenecientes a una u otra organización migran de un lado a otro, fenómeno al que llaman cambio de brazalete y algunos se independizan y conforman su propia banda delictiva. En el caso del acuerdo con las Farc, hasta ahora el único resultado palpable es que hizo mitosis, es decir, la gran célula se dividió en dos dejando a un grupo haciendo política con unas condiciones evidentemente superiores a las que podría aspirar cualquier colombiano que decida dedicarse a dicha actividad, y a otro grupo delinquiendo, esta vez bajo el nombre de Farc-Disidentes. ¡Hágame el favor! Lo mínimo que ha debido consignar el acuerdo es que el secretariado – que será el recipiente de todas las prebendas – garantizaría la desmovilización efectiva del último de sus hombres.
Esta semana Santos puso la cara en la única tarima pública donde no lo rechiflan. En Mesetas, Meta se presentó la obra teatral “Entrega Final de las Armas”, una de los tantos eventos simbólicos a los que nos tiene acostumbrados. Nos dicen que entregaron 7.000 armas, una por guerrillero, que esas armas se consignaron en unos containers de la ONU que sólo se podrán abrir con dos llaves, una en manos de la organización internacional y otra en manos de la organización terrorista. No entremos a hablar de lo indestructibles que pueden llegar a ser esos containers simplemente porque no es necesario, si las Farc necesitan sus armas tienen su propio juego de llaves para abrirlos. Hablemos del resto de las armas. Hace unos meses encontraron una caleta de las Farc, cuando se les cuestionó sobre el hallazgo, ellos, sin asomo de vergüenza, dijeron que esa es tan solo una de 900. Si tomamos en cuenta que desde el comienzo del proceso no han hecho mas que mentir, diciendo por ejemplo, que no son dueños de ninguna fortuna y que jamás han sido narcotraficantes, las caletas en realidad deben ser miles. Miles de caletas repletas de dinero y de armas a las que tendrán acceso no solo las Farc como políticos sino sus disidencias.
Yo no les creo nada y la mayoría de colombianos tampoco. Eso se registra cada vez que se hacen encuestas. Para que haya paz en Colombia se tienen que combatir las actividades delictivas erradicando cultivos ilícitos y haciendo presencia en todo el territorio nacional. El poder judicial se tiene que fortalecer, las penas se tienen que cumplir, si se necesitan más cárceles, que se construyan porque la única manera de vivir en paz es que los bandidos estén donde les corresponde estar: detrás de las rejas.
Publicado: junio 30 de 2017